La decisión de Carina Mejías de incorporarse como número dos de la lista de Vox en Barcelona en las elecciones generales del próximo 23 de julio puede convertirla, en cuestión de semanas, en una de las dirigentes políticas que alcanzan cargos públicos habiendo formado parte de tres partidos diferentes, después de haber sido diputada en el Parlament con el PP y concejal y diputada en el Congreso con Ciudadanos (Cs).
El triple salto de Mejías se produce, además, después de haber afirmado en 2020, cuando dejó Cs por discrepancias con el apoyo al estado de alarma, que no regresaría a la política. Algo que todavía cuesta más de entender.
Con todo, su cambio de rumbo y de siglas no es algo insólito en la política catalana, como se ha visto en los últimos años en otras formaciones políticas. Ahí están, por ejemplo, casos como el del antaño socialista Toni Comín -ahora en Junts, previo paso por ERC- o, sin ir más lejos, de Ernest Maragall, que tras haber militado durante décadas en el PSC, ahora aspira a ser senador con ERC en su enésima muestra de enojo por su fallido intento de aupar como alcalde de Barcelona al exconvergente Xavier Trias. Por razones variopintas, en todas partes cuecen habas.