Anna Erra (JxCat) ha confirmado los peores presagios en su discurso de investidura como nueva presidenta del Parlament. Su soflama secesionista en un acto que requería, al menos, cierto respeto a la neutralidad institucional y a la pluralidad ideológica de la Cámara causó el lógico malestar de la oposición, que tiene razón al quejarse por el sectarismo de la hasta ahora alcaldesa de Vic. Algo que, por desgracia, no sorprende si repasa su polémico mandato al frente de este municipio barcelonés, donde llegó a vetar incluso actos en la calle de entidades defensoras del bilingüismo en la enseñanza y de partidos constitucionalistas. En suma, un cúmulo de decisiones y de actitudes partidistas y autoritarias que, al igual que las de su predecesora Laura Borràs, sólo contribuyen degradar las instituciones catalanas.

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