Ada Colau
Dicen que de humanos es errar y de sabios, rectificar. Ada Colau debería tomar buena nota a la hora de seguir defendiendo contra viento y marea la conveniencia de limitar el precio de los alquileres, vistos los nefastos resultados que ha tenido en Cataluña, a raíz de la entrada en vigor de la nueva Ley, que incluye este aspecto. Como en su día pronosticaron los expertos y la mayoría de actores del sector, los efectos han sido completamente perversos: la oferta se ha contraído y, como consecuencia, los precios se han disparado, en una proporción que duplica a la que se registra en Madrid. Son datos, contantes, empíricos. No se trata de previsiones apocalípticas ni sospechosas estimaciones por parte interesada. La realidad es que las familias barcelonesas tienen menos donde elegir y mucho más caro. Y los inversores prefieren otros destinos. Lejos de rectificar o matizar, Colau quiere que el fenómeno se extienda a toda España y presiona al Gobierno para que lo incluya en la nueva Ley. El error siempre es disculpable; la contumacia en él (y más cuando perjudica a los ciudadanos), inaceptable.