Teodoro Obiang
Si ejerces unos años de tiranuelo en tu país y de repente pintan bastos porque ya no hay manera humana de justificar tus trapisondas, delitos o crímenes, lo mejor que puedes hacer es arramblar con todo lo que has robado durante tu presidencia y trasladarte a otro país en el que mande un sátrapa de tu estilo, al que te bastará con sobornar convenientemente para que te ofrezca asilo político y puedas seguir viviendo como Dios. Es lo que hizo en su momento Hissene Habré, dictador del Chad que se refugió en Senegal mientras le buscaban las cosquillas los emprendedores muchachos de Human Rights Watch, a los que les costó quince años enchironarlo y por poco tiempo, pues reventó en el 2021. Y es lo que ha hecho, más recientemente, el dictador gambiano Yahya Jammeh, al que tenemos felizmente instalado en Guinea Ecuatorial, antigua colonia española, por cortesía del déspota local, Teodoro Obiang. Pagando, ya se sabe, san Pedro canta (y Obiang hasta toca los bongos).
De la misma manera que Noriega era para los americanos “un hijo de puta, pero NUESTRO hijo de puta”, los españoles podríamos decir que Obiang es un sátrapa, pero NUESTRO sátrapa. Eso no ha impedido, eso sí, que esté en marcha una investigación dirigida por el juez Pedraz que ha conducido a la imputación por terrorismo y tortura de la cúpula policial del régimen de Obiang. Entre los investigados hay un hijo del tiranuelo, Ovidio, que es secretario de estado de la presidencia y jefe del servicio secreto guineano en el exterior (de momento, nadie señala a su hermano, el inefable Teodorín, aquel crápula que vivía en París y coleccionaba bólidos de la prestigiosa marca Lamborghini hasta que los franceses lo echaron por alguna mangancia que ahora no recuerdo). Teodoro Senior tiene un alto concepto de la familia y por eso reparte los cargos más importantes de su gobierno entre los allegados, quienes, por la cuenta que les trae (los Lamborghini no son precisamente baratos), ya se encargan de que el pueblo siga pasando hambre y de que los disidentes las pasen, directamente, putas. La investigación de Pedraz se centra en unos extraños secuestros de ciudadanos españoles y guineanos que habían tenido el descaro de hacer públicas sus desavenencias con el régimen, hechos que no le pasaron desapercibidos al espabilado Ovidio, que para algo vive en Marbella.
Teodoro Obiang Nguema lleva presidiendo Guinea Ecuatorial desde el 3 de agosto de 1979, cuando en su condición de militar dio un golpe de estado para derrocar al sátrapa anterior, Francisco Macías Nguema, que era su tío, por cierto (ya se sabe que en todas las familias hay disensiones y malos rollos). Aunque al principio parecía tener intención de democratizar el país –cabe reconocerle un cierto progreso general, aunque no tan notable como el particular-, no tardó mucho en convertirse en un tiranuelo como su tío y dedicarse al chanchullo, el enriquecimiento ilegal, la neutralización de disidentes y todo tipo de cosas de esas que nos hacen pasar vergüenza a los españoles cada vez que aparece por la madre patria y nuestros gobernantes lo reciben como si fuera una persona normal. El hombre lleva más de cuarenta años al frente de su país y no se le adivina la menor intención de dejar de hacerlo, aunque ya tiene una edad (nació en 1942). Y como la oposición es tratada a patadas o se ha exiliado, no sería de extrañar que, a la manera de Corea del Norte, Obiang nombre heredero al brillante ejecutor Ovidio, si se deja sacar de Marbella y vuelve al terruño, claro está. Y aunque no sé qué tendrá pensado para el tarambana de Teodorín, seguro que le encuentra algo. Quien tiene una familia, tiene un tesoro.