Isabel Coixet
El gurú de Lleida
Durante más de 20 años, el director del Aula de Teatre de Lleida, Antonio Gómez, se estuvo propasando con sus alumnas adolescentes, a las que convencía de que sus peculiares técnicas escénicas, en las que él se colaba como parte activa, no eran lo que aparentaban, abusos sexuales, sino ritos de iniciación al mundo del arte teatral para los que no servían las mojigatas a las que todo se les antojaba un poco raro. En 2018, nueve exalumnas lo denunciaron públicamente, pero la cosa no prosperó, entre otros motivos, porque los supuestos abusos habían prescrito. Gómez acabó siendo despedido del Aula de Teatre (tras pillar un sustancioso finiquito) y emigró a Brasil, donde reside actualmente y sigue con sus clases de teatro en ese país tan bonito y exótico en el que, cual guinda en el pastel, no se lleva la extradición de delincuentes a sus países de origen (recordemos lo feliz que fue allí Ronald Biggs, cerebro del célebre atraco al tren de Glasgow en los años 60).
La historia fue destapada por dos periodistas del Ara, Albert Llimós y Núria Juanico, cuyos artículos fueron leídos atentamente por la cineasta Isabel Coixet, que encontró en ellos el material adecuado para lo que sería su documental El sostre groc (El techo amarillo), que se presentó en la última edición del festival de San Sebastián, cosechando dos premios, y se estrenará en salas el próximo 16 de diciembre. Este modélico documental recoge las declaraciones de las nueve chicas que en 2018 intentaron empapelar a Gómez, cuyas tácticas eran propias del gurú de alguna secta destructiva, y ha servido, de momento, para que se reabra el caso con nuevas aportaciones de alumnas sobre andanzas no prescritas del peculiar profesor de teatro de Lleida. El ayuntamiento de la ciudad, que no facilitó nada las cosas a Coixet cuando esta rodaba su película (tampoco el Aula de Teatre la recibió precisamente con los brazos abiertos), se va a personar en la causa como acusación particular, y El sostre groc se proyectará en breve en el festival de Sao Paulo, donde puede que se le empiecen a torcer un poco las cosas al señor Gómez en su país de adopción. ¿Quién dijo que el cine no servía para nada a efectos prácticos?
Aunque lo más demoledor de El sostre groc es lo que explican las alumnas del gurú de provincias, lo más fascinante es el retrato que se dibuja de un gran manipulador obsesionado por las adolescentes que no le hacía ascos a liarse con profesoras de su edad por si algún día pintaban bastos y necesitaba un poco de ayuda. El hombre elegía hábilmente a sus víctimas, a las que convencía de que era de lo más normal todo lo que no tenía nada de normal. Había escogido la franja de edad adecuada, cuando uno se apunta a todo lo que le parece innovador, atrevido y susceptible de enojar a sus progenitores, y le gustaba insistir en que las alumnas y él pertenecían a la misma generación, aunque hubiese una diferencia de más de 10 o 15 años.
La dañina engañifa duró cuatro lustros en los que nadie hizo nada para ponerle coto: ni el Aula de Teatre, ni el Ayuntamiento de Lleida ni ninguna autoridad competente. Gómez demostró ser un liante muy astuto y quienes debían vigilarlo optaron por mirar hacia otro lado (lo que ahora, con el proceso reabierto, les va a obligar a sobreactuar, como ya ha empezado a verse). No es muy habitual que una película sirva para cambiar las cosas, pero a veces, como es el caso de El sostre groc, eso sucede. Continuará…