Carlota Pi
Holaluz ha anunciado que dejará de comercializar gas entre sus clientes, una decisión que responde a la compleja situación que el entorno de precios disparados ha generado en el sector. Desde el punto de vista empresarial, una estrategia difícilmente discutible ante la imposibilidad de seguir desarrollando una actividad en el terreno de la rentabilidad, como hasta la fecha. Por eso, resulta un tanto extraño que la compañía entremezcle la decisión con su, por otro lado, indudable vocación por las energías renovables. Es cierto que el carácter temporal del modelo de venta de gas estaba en el origen de la decisión, pero el motivo de adelantarla (con la consiguiente revisión de los planes de futuro) poco o nada tiene que ver con lo verde. La “revolución de los tejados” es una iniciativa para aplaudir, pero el primer objetivo de las empresas es ganar dinero. Y no hay motivos para ocultarlo ni disimularlo.