El caballote de Troya
Laura Borràs desempeña dos cargos por el precio de uno. El oficial consiste en hacer como que preside el Parlamento catalán, y el oficioso –casi clandestino y no reconocido abiertamente- la obliga a hacer la puñeta sin tasa al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y su partido, ERC.
Como Podemos en Madrid, Junts x Puchi (o como se llame el club de fans del hombre del maletero) ejerce en Cataluña al mismo tiempo de socio del gobiernillo y de principal partido de la oposición. Cada vez que el niño barbudo pone en marcha alguna iniciativa para negociar con el ladino estado español, ahí está Laura para calificarla de miserable pérdida de tiempo e insistir en que así no se alcanza la independencia de ninguna de las maneras. Parece que no se le pasa por la cabeza la evidencia de que el primer intento de secesión acabó como el rosario de la aurora y que un nuevo golpe tendría consecuencias muy similares.
De perdidos al río, debe pensar, ya que un día de estos la van a empapelar por sus (presuntas) corruptelas de cuando estaba al frente de la cultura catalana y suerte tendrá si no acaba entre rejas. Con semejante espada de Damocles suspendida sobre su cabeza, es hasta normal que se dedique a tensar la cuerda todo lo que puede y más, ya que no tiene nada que perder y siempre le pueden habilitar un cuartito en la Casa de la República.
De la misma manera que Batman cuenta con la ayuda de su fiel Robin, nuestra Laura ha encontrado un sidekick de campanillas en el inefable Quim Torra, otro al que le da lo mismo ocho que ochenta, aunque disfruta de un chollo de jubilación que para sí lo quisiera la mayoría de los catalanes. Como ustedes ya sabrán, Torra acaba de decir que no hay nada que negociar con los españoles y que lo que toca es declarar la independencia y defenderla en la calle (aunque no ha dicho como: la verdad es que nadie se lo imagina armado hasta los dientes y plantando cara al enemigo).
Algo que, por cierto, él no hizo cuando interpretaba el papel de presidente de la Generalitat y se limitaba a colgar pancartas que acababa retirando tarde y mal, pero, a efectos prácticos, introduciéndoselas metafóricamente por el recto. Borràs desde el parlamentillo y Torra desde el palacete que le hemos puesto en Gerona, ambos contribuyen a montar una especie de gobierno paralelo a las órdenes del hijo del pastelero, y ninguno de ellos oculta sus intenciones de pactar con la CUP con tal de hacerle la pascua al niño barbudo y su partido de supuestos pusilánimes.
Cuando no está jorobando a su jefe, Laura Borràs se dedica a hacer la vida imposible a la oposición oficial desde su cargo de presidente del parlamentillo. Sus tanganas con los de Ciutadans son el pan nuestro de cada día, por no hablar de su molesta costumbre de retirarle la palabra a todo aquel que no dice lo que a ella le apetece oír. Ya sabíamos que la cohabitación entre republicanos y convergentes (eso es lo que son, se llamen como se llamen) no iba a ser fácil, pero si yo fuera el presidente Aragonès, creo que no me haría ninguna gracia tener de segunda autoridad del paisito a alguien que solo piensa en hacerme la pascua y boicotear todas mis iniciativas para hacer como que avanzo hacia la independencia (que ni está ni se la espera).
Esto no puede acabar bien. Aragonès debe aguantar al dúo dinámico Borràs – Torra y a las alegres chicas de Riera, que también incordian lo suyo. Por no hablar de la prensa “amiga” (o sobornada, como prefieran), que no deja pasar ni una ocasión de insinuar que el camino hacia la soberanía que ha emprendido el presidentillo es el más largo y tortuoso que había en dirección a Ítaca. Con un poco de suerte, la justicia española le quitará de en medio a Laura Borràs un día de estos y Aragonès respirará tranquilo hasta que los convergentes le endilguen a Dalmases o Madaula para cubrir la plaza vacante. Si además los belgas colaboraran un poco y nos devolvieran a Puchi, el niño barbudo sería el hombre más feliz de Cataluña, pero me temo que eso ya va a costar un poco más.