El sistema Lola Flores
Ante el asedio del Tribunal de Cuentas, todo el mundo reacciona como puede a la hora de escurrir el bulto. Artur Mas solicita, directamente, que dejen de pedirle que reponga el dinero despilfarrado. Carles Puigdemont esgrime su condición de parlamentario europeo (que puede perder en cualquier momento) para hacerse el sueco o, mejor dicho, el belga (se comenta que igual se nos hace flamenco). Los de la Caja de Resistencia, por su parte, van reuniendo dinerito mientras refunfuñan, pero hasta ahora solo han reunido 300.000 euros, cantidad insuficiente para salvar el patrimonio de esos cerca de cuarenta padres de la patria que ahora lo ven amenazado. Otros aportan sus propias ideas. Como el señor Jaume Clotet (Barcelona, 1974), ex director de comunicación de los gobiernillos de Puchi y el Astut y actualmente recolocado (el régimen cuida de los suyos) en la Diputación de Barcelona, donde ejerce de asesor cultural por la módica suma de 5485 euros al mes (más dos pagas dobles).
Bueno, en realidad la idea no es suya, pues ya se le ocurrió a Lola Flores cuando la perseguía Hacienda (cómo lamento que nunca se pusiera a escribir ese libro que anunció y que se iba a titular La que pasé en el banquillo, chiquillo). Como ustedes recordarán (o no), Lola sostenía que, con todo lo que había hecho por España, ya era hora de que sus compatriotas le echasen una manita. Lola se conformaba con una peseta por español, pero, como el coste de la vida ha crecido notablemente desde entonces, Jaume Clotet nos pide a cada catalán un euro para impedir que le embarguen el flequillo a Artur Mas (no queda mucho más que trincar) o le soplen la segunda residencia a Mas-Colell. Él dice que ya ha puesto cien euros, para que veamos que es un tío rumboso, pero que se conforma con que nosotros, los buenos catalanes, nos desprendamos de uno de nuestros mejores euros: es evidente que la extorsión sentimental de los de la Caja de Resistencia no está funcionando como debería.
Puede que 300.000 euros sea una cantidad insuficiente para satisfacer la voracidad del Tribunal de Cuentas, pero a mí me parece notable y digno de destacar que todavía haya gente que pique con los sablazos de los líderes independentistas, ya que todos ellos entierran en dinero al catalán medio, sea éste lazi o no. Con su sueldazo de asesor, el señor Clotet se puede permitir aflojar cien tronchos, pero otros, que igual cobran pensiones mínimas, han soltado cinco, diez o veinte euros, lo cual se me antoja impresionante después de la larga lista de sablazos que llevamos (o llevan: a mí no me van a sacar ni un céntimo) durante los últimos años. Desprenderse de cien euros cuando se cobran más de 5.000 al mes no tiene especial mérito, pero tirar cinco o diez a la basura para que unos ricachones puedan conservar sus propiedades me parece, en su estupidez, hasta digno de admiración. Y supongo que el jubilator de turno se siente muy orgulloso de sí mismo cuando prescinde del cortadito de media tarde para que al Astut no le dejen los muebles de casa en mitad de la calle Tuset.
Además de copiar una idea ajena, el señor Clotet ha calculado mal. Puede que, entre todos los catalanes, a un euro por cabeza, lleguen a pagar las fianzas del Tribunal de Cuentas, pero parece que no se le ha ocurrido que solo se prestan al sablazo los catalanes del sector lazi, que son menos de la mitad de la población, con lo que se sigue sin recaudar la pasta deseada. Teniendo en cuenta que somos más de tres millones los catalanes a los que no nos van a sacar un céntimo con estas maniobras, creo que el señor Clotet ya puede empezar a pedirles a los suyos que se estiren y lleguen a dos euros por cabeza. Total, quien prescinde de un cortadito puede prescindir de dos, ¿no? Y cortar la Meridiana sigue siendo gratis.