Los hermanos Roca
Echando bien de comer
Tras participar en la última campaña audiovisual de España Global, los hermanos Roca, dueños del célebre restaurante de Girona que lleva su nombre, tuvieron que aguantar los insultos del sector más fanático del lazismo, que les afeaba la conducta por hablar en nombre de España. Como el resto de los que aparecían eran sospechosos habituales del más apestoso unionismo (Rafa Nadal, Isabel Coixet o Pau Gasol), los ceporros patrióticos pasaron de ellos para concentrarse en los que podríamos definir como “nuevos traidores”. Durante unos días, los estuvieron insultando a conciencia, y hasta hubo quien dijo que no pensaba volver jamás a su restaurante (aunque lo más probable es que nunca hubiese puesto los pies en él, entre otros motivos porque barato no es: se zampa divinamente, pero es mucho mejor que de la cuenta se haga cargo otro, que es lo que me pasó a mí la única vez que he estado, cuando me invitó mi viejo amigo y antiguo jefe Gay Mercader).
Afortunadamente para la humanidad en general y para los botiflers en particular, los lazis tienen tanta memoria como los peces de Buscando a Dory, por lo que suelen olvidarse del objeto más reciente de sus iras en cuanto se les arroja un hueso nuevo, que es lo que acaba de hacer Adidas con unas zapatillas que lucen la bandera española y responden al nombre de Barcelona. Ahora los tenemos a todos mordisqueando bambas y ahí se quedarán hasta que salga un nuevo enemigo de Cataluña al que insultar: los pobres, triste es reconocerlo, no dan más de sí.
Tomarla con los hermanos Roca es del género tonto, ya que esos buenos señores lo único que hacen es echar muy bien de comer a la gente. Representan lo mejor de la cocina catalana, española y europea, y no parece importarles considerarse parte de esa triple realidad. Seguro que el dueño de El Peixerot, Toni Albà, no hubiese aceptado la oferta de España Global, pero tampoco se la hubieran hecho porque en su ruinoso figón de Vilanova parece que se come de puta pena, estando el sitio permanentemente al borde de la ruina. Yo solo he estado una vez en el Celler de Can Roca y salí muy contento por dos motivos: comí muy bien y no tuve que sacar la cartera. Los hermanos me parecieron unos tipos muy simpáticos, y su señora madre, una mujer encantadora. Y no contentos con eso, parecían haber adoptado a mi viejo amigo Gay, a la que la mestressa consideraba, según me confesó, su cuarto hijo.
Gay se pasa media vida en el Celler de Can Roca y los domingos, a veces, se hace traer de ahí la comida a su casa de campo entre dos comarcas. Desde que dejó de drogarse, el papeo es una de las cosas que más le interesan, y con el Celler a un tiro de piedra (o un breve trayecto en coche, conduzca su novia ucraniana o su chófer gerundense) sabe que por ahí tiene ahorrado cualquier tipo de sufrimiento.
Los hermanos Roca participaron en la campaña de España Global, sí, ¿pasa algo? ¿Les convierte eso en traidores a Cataluña? Puede que sí, pero a una Cataluña en concreto, una Cataluña fea, antipática y desagradable que tiene su máximo representante en un pueblo belga desde el que se hace la ilusión de que nunca acabará entre rejas.