José Alberto Carbonell, presidente de la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB)
La muerte de Valentín Moreno, en noviembre de 2021, no fue un crimen cualquiera. Tampoco lo fue el asesinato de David Caballero, alias Bubito, ejecutado en plena calle a plena luz del día. Ambas víctimas tenían algo en común: su vinculación directa o indirecta con las actividades ilícitas que se gestan en el Puerto de Barcelona, una infraestructura clave para el comercio internacional… y también una de las principales puertas de entrada de cocaína procedente de Sudamérica.
Es cierto que este fenómeno no es exclusivo del enclave catalán. Puertos como Rotterdam o Amberes, de mayor tamaño y volumen, afrontan problemas incluso más graves. Pero no podemos resignarnos a aceptar lo inevitable. Y menos aún cuando el saldo empieza a contarse en muertos.
El presidente del Puerto de Barcelona, José Alberto Carbonell, ha impulsado ciertas medidas para reforzar los controles y colaborar con las autoridades. También ha mostrado su firme compromiso para perseguir estas actividades. Ni mucho menos estamos, a día de hoy, ante uno de los puertos más peligrosos de Europa. Pero el riesgo crece, y la sensación de impunidad también.
Dos homicidios en apenas unos años, ambos ejecutados con extrema violencia, obligan a repensar el papel de la Autoridad Portuaria no solo en términos logísticos y económicos, sino también desde la perspectiva de la seguridad y la prevención. La lucha contra el narcotráfico y la criminalidad organizada debe ocupar un lugar central en la agenda del puerto. Porque lo que allí ocurre no se queda allí: sale a la calle y mata.
Carbonell no es el responsable directo de estos crímenes (faltaría más), pero sí tiene en su mano poder hacer más para que el Puerto de Barcelona no sea recordado por su cara más oscura.