La perplejidad en el Govern aumenta cada día que pasa. La desconfianza entre socios llega a límites insospechados con consellers ignorándose en público y con dos gobiernos en el seno del Consell Executiu que no esconden las diferencias y aprovechan cualquier acto pensando en las próximas elecciones. Tenemos un Govern haciendo campaña por dos partidos que se disputan el liderazgo independentista. Pero, además, se constata un hecho: el president Torra tiene su propia agenda, que sorprende, desagrada y enfada a los socios, y también a los suyos.
El último ejemplo, ayer. Con Lleida aislada, con el Departamento de Salud preocupado ante el brote y su expansión, con problemas para garantizar el encierro, con la población tensa ante la regresión de la situación, la máxima autoridad de Cataluña se fue a Montserrat a reivindicar el uso de la lengua catalana en la presentación del programa Camins del Català, donde Torra lamentó la situación de la lengua por lo que solicitó “un esfuerzo colectivo para normalizar su uso social y prestigiarla”. “Hay que defender la lengua, claro que sí, pero ayer había una crisis, hay una crisis, en Lleida y el president debería estar volcado. No haciendo un acto en Montserrat”, explican fuentes cercanas acerca del ambiente interno del Govern. “Hemos dado la sensación de pasar de la crisis de Lleida”, añaden. Mal rollo de todos contra todos.