Con Carles Puigdemont ocurre algo parecido a lo que pasa con Wally, ese personaje que protagoniza libros de ingenio y agudeza para localizarlo que acompañan desde hace más de 25 años a los niños de todo el mundo. Para toparse con el líder del independentismo más irredento en los últimos días también se requieren grandes dosis de ingenio y agudeza.
Este jueves un grupo de eurodiputados han visitado al presidente de ERC, Oriol Junqueras, en la cárcel de Lledoners. Puigdemont no iba en la comitiva a pesar de que en alguna ocasión dejó entrever que allí estaría, del mismo modo que tampoco apareció en el Parlament tras las elecciones de 2017 tras asegurar que vendría a Cataluña para tomar posesión de sus cargos. Es muy escurridizo en esta cuestión, ya que un día amaga con regresar y al siguiente lo niega por las consecuencias que podría acarrear volver a España.
Desde JxCat juegan de nuevo con la ambigüedad de la vuelta a Cataluña de Puigdemont. Lo ha hecho una de sus colaboradoras más fieles, la aún líder del partido en el Congreso, Laura Borràs. Fue la estrategia central de los alegatos que esgrimió en el programa El Debat de TV1. Jugó hasta la extenuación la carta del regreso del “presidente legítimo”. Incluso fue un paso más allá al insinuar que nadie sabía a ciencia cierta si Puigdemont había entrado o no en territorio catalán en 2017 y afirmó que ahora podría aparecer en cualquier momento.
Se trata de una especie de remake de lo ocurrido hace tres años con unas elecciones que se auguran inmediatas. Al final, la ensoñación de su vuelta se limitará a Perpiñan, un territorio que los independentistas llaman Cataluña norte pero que para los franceses no es más otro departamento del país.
Puigdemont no es Wally ni en Bruselas ni en Estrasburgo, pero los suyos mantienen el juego de que en cualquier momento se le encontrará en Cataluña. Es una de sus mejores bazas electorales.