Tortilla de patatas, jamón, empanada gallega… Menú españolísimo el ofrecido por el presidente independentista, Carles Puigdemont, en su última jornada en Bélgica.
El convergente se dejó para el final la estancia en Bruselas, porque el grueso del viaje se centró únicamente en contactos con independentistas flamencos en Amberes y Gant. Ningún mandatario europeo le ha recibido, aunque asegura que tampoco lo había buscado.
El caso es que Puigdemont ha finalizado hoy su primer y deslucido viaje institucional con una comida informal con trabajadores de su “embajada” en Bruselas y representantes de Casal Català de Bruselas, entidad creada en 1930 por el expresidente de la Generalitat Francesc Macià. De nuevo, el mandatario autonómico se dio de bruces con su escaso poder de convocaroria: solo una treintena de personas han asistido al acto. Entre ellas no había ningún alto funcionario europeo. Y eso que tiene como maestro de ceremonias a Amadeu Altafaj, delegado permanente del Govern en la UE con un amplio historial diplomático.