El capitán del Barça de basket se partió la cara en el clásico. No fue suficiente. Contra un Real Madrid, en crisis, todo hay que decirlo, se necesita algo más que esfuerzo. Sobre todo, puntería. Álex Abrines falló en lo que mejor se le da: tirar de tres. El alero mallorquín tuvo el partido en sus manos.
Tomó la decisión más arriesgada. El Barça tenía la última posesión de partido. Kevin Punter corría al contrataque. Intimidado por Walter Tavares, decidió jugar hacia atrás. Allí llegaba Abrines, preparado para jugárselo todo a una carta. Con tiempo en el crono y empate en el marcador, lanzó de tres. Completamente solo. Falló.
Doble o nada
Abrines jugó a la ruleta en el Palau, que lo ovacionó hasta tres veces. Está capacitado para meter estos tiros. Sin embargo, en el clásico le tembló la muñeca: 1 de 6 en triples. Además, ese tiro, decisivo, supuso una posesión extra para el Real Madrid. Por suerte, los merengues también erraron su contrataque.
La solución ideal era agotar el reloj, para que el Madrid no tuviera oportunidad de ganar. El balón tenía que haber caído en manos de Kevin Punter, que estuvo on fire en los minutos finales. Todas las pelotas pasaban por sus manos. El Barça no necesitaba para ganar un tiro de tres. Le valía con una opción más sencilla.
Abrines se la jugó al doble o nada. Salió perdiendo. También su equipo. El capitán, el tirador más fiable del equipo, falló contra el eterno rival. Y se precipitó cuando, como líder del vestuario, debe ser el tipo más cerebral.