El Palau Blaugrana durante el clásico de la primera vuelta de Euroliga

El Palau Blaugrana durante el clásico de la primera vuelta de Euroliga Gerard Boada CULEMANÍA

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El Palau Blaugrana, el último reducto del barcelonismo ante un Montjuïc lleno de turistas

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Dosis de barcelonismo. 7.572 espectadores llenaron el Palau Blaugrana en el clásico del jueves pasado. Y ni un alma callada, a pesar de que el Barça de basket no pudo regalarle al club una victoria por su 125 aniversario contra el Real Madrid (90-97). Pero fue una exhibición de la grada del pabellón azulgrana, que se encargó de hacer la fiesta por su cuenta. Cuesta decir lo mismo de Montjuïc, un estadio repleto de turistas.

Los partidos se viven de forma distinta. Tanto, que el presidente Joan Laporta se quería tirar de los pelos. El máximo dirigente no apartó la mirada ni un segundo del parqué, apoyado todo el rato en la baranda que tenía delante en el palco del Palau. Es casi inevitable. El pabellón está tan vivo que te obliga a ello. A uno le sale solo.

Un abismo

El Barça recauda más con Montjuïc. Cuántas más entradas venda, mejor. Más ingresa. En tiempos de escasez económica, y más con un socio que no se ha sentido nada atraído con la subida a la montaña mágica, los turistas han sido una de las principales fuentes de ingreso.

El Barça de basket se enfrenta al Real Madrid en el Palau

El Barça de basket se enfrenta al Real Madrid en el Palau EFE

En el Palau, en cambio, asisten los aficionados de toda la vida. Son casi 40.000 espectadores menos, pero se hacen oír más. Hay un abismo de diferencia entre los dos recintos. Montjuïc es un estadio frío. Todo lo contrario al lugar donde juegan los equipos de las secciones, un pabellón muy caliente.

El clásico, claro ejemplo

Si hay un Real Madrid delante, todavía se nota más. Los Dracs son los directores de orquesta. "Boti, boti, boti, madridista qui no boti", "El Barça éessss la nostra vidaa", "así, así, así, gana el Madrid" fueron algunos de los cánticos que entonó el Palau Blaugrana. Sin parar. Se tiró hasta un mechero al final del primer cuarto, después de que el equipo arbitral pitara una dudosa técnica a un miembro del staff de Peñarroya.

En el Palau también se vive el catalanismo perdido en las gradas del Olímpic Lluís Companys. Una ideología ligada al club desde que Joan Gamper, fundador del club, llegó a la presidencia en 1908. En el minuto 17:14 de partido se escucharon cánticos a favor de la independencia, algo que, con el traslado a Montjuïc del primer equipo, se ha perdido.

Se encargaron de avisar de que el minuto había llegado los Dracs. La Penya Meritxell, en el otro extremo de la cancha, ondeó una enorme estelada. En el Palau Blaugrana la gente se pone de pie y disfruta.

Estadio helado

En Montjuïc no sucede lo mismo. Y más aún tras la disolución sine die de la Grada d'Animació. Los cuatro grupos que la forman se resisten a pagar los 21.000 euros que abonó el Barça la pasada temporada en concepto de multas. Estas peñas, Front 532, Supporters Barça, Almogàvers y Nostra Ensenya, llevan tiempo reclamando una reunión.

No obstante, el club argumenta que el encuentro no se producirá hasta que reembolsen las sanciones. A favor tiene la Grada que son algunos expedientes abiertos de un espacio formado por más de 500 personas. El presidente, sin embargo, se ha cansado de escuchar el "Barça sí, Laporta no" partido tras partido. En el último choque contra el Brest, Montjuïc, un estadio frío, lleno de turistas, pasó a estar helado.

Los reclaman

Los que están en contra de la Grada reclaman a los Dracs, fieles a las secciones y admirados por otras gradas del mundo del fútbol. Así lo hicieron saber algunos usuarios por Twitter.

El ambiente del Palau es contagioso. Se propaga. En Montjuïc, en cambio, lo que se extiende es el frío. Además, el pabellón azulgrana reúne las esencias del club, cuando, con el paso del tiempo, cuesta más encontrarlas.