Juan Carlos Navarro ha sido uno de los mejores jugadores de la historia del Barça de basket. Campeón de Europa en 2003 y 2010, conoce mejor que nadie la idiosincrasia de una sección con muchos altibajos que, año tras año, le cuesta dinero al club. El pasado verano tuvo la delicada misión de prescindir de Mirotic, Higgins y Jasikevicius por motivos económicos.
Jugador descarado, en los despachos no lo es tanto. No supo defender su parcela ni dar la cara en los momentos más delicados. La semana pasada fue criticado por Jasikevicius, otro héroe maltratado en el Barça de Laporta.
Los fichajes del verano
El pasado verano, el Barça prescindió de sus mejores piezas y, en plena crisis, pagó 12,5 millones por tres años a Willy Hernangómez. También pagó al Joventut y a Unicaja por Joel Parra y Darío Brizuela. En cambio, ahorró todo lo que pudo en la contratación del relevo de Jasikevicius.
Roger Grimau, excompañero de Navarro, fue el elegido. Era la opción más econónica, pero no la más sensata. Ni la más conveniente. El Barça tiene una buena plantilla, pero adolece de una buena dirección. Grimau es blando y su equipo no es fiable. Navarro debería ser más ambicioso y, si toca, plantarle cara a Laporta. Por el bien del basket culé.