Leyendo el excelente artículo de Víctor Malo sobre la marcha de Álex Santos del FC Barcelona y el problema intrínseco de comunicación en el club a lo largo de su historia, me han venido a la cabeza un sinfín de anécdotas e historias sobre las personas que han estado al frente en esta ardua tarea de lidiar con los medios de comunicación en las últimas décadas.
Como se pueden imaginar, en mis 33 años de profesión me las he visto de todos los colores, tejiendo amistades con unos y enemistades con otros, o hasta la más pura indiferencia en más de un caso. Respecto a Santos, el último de pasar por esta vicaría, mi relación siempre ha sido de máximo respeto, tal vez porque ambos compartíamos el amor por la vieja escuela. Su carácter agrio y rudo, escondía una persona leal y honesta, que renegaba de las mentiras y falsedades. Puede que su falta de mano izquierda no le convirtiera en la persona idónea para asumir este cargo, pero demostró una entereza a prueba de bombas, no casándose nunca con nadie y esquivando el protagonismo. Una anécdota ejemplifica bien su forma de ser: cuando empezó en el cargo, intenté echarle una mano, escribiendo elogios hacia su profesionalidad; al día siguiente me llamó para recriminarme que lo citara e instándome a evitar este tipo de elogios en el futuro. Un tipo singular, sin duda.
El anterior jefe de comunicación fue el reverso de la moneda, al menos en lo que a mí me concierne. José Manuel Lázaro, experiodista de la SER y ahora jubilado, mantuvo una guerra abierta y cruenta con los compañeros que sacaban información dentro del vestuario --precisamente él, que había estado tantos años al otro lado haciendo muy bien su trabajo--, hasta el punto de llamar a los directores de los diarios para intentar silenciar sus informaciones. Conmigo lo consiguió: el director de entonces del Sport era un auténtico pusilánime, por no decir directamente mala persona, y aceptó poner mi cabeza en bandeja de plata, consiguiendo una exclusiva de medio pelo a cambio.
En aquella época también estaba Toni Ruiz compartiendo el trabajo de comunicación con Lázaro, aunque abarcando más el área institucional y no tanto el primer equipo ni secciones profesionales. Alumno aventajado de Ricard Maxenchs, Toni era de esas personas que te pueden estar metiendo un moco, pero lo hace con tanta educación y buenas maneras, que no te acabas dando ni cuenta. Una persona empática y afable --heredado seguramente de su gurú-- que a veces hacía de poli bueno, tras haber pasado el malo unos minutos antes. Nunca entendí por qué Laporta prescindió de sus servicios, porque si hay una persona de club era él. Un profesional intachable que merecía una salida menos traumática.
A otros jefes de comunicación apenas los traté, como Albert Montagut, o los conocí más tarde, cuando ya no estaban en el club, como Albert Roura, por lo que mis reflexiones pueden no ser del todo atinadas y precisas. En cambio, sí conocí muy bien al mejor de todos, a aquel que abrió camino para los demás: Ricard Maxenchs. Una persona excelente, capaz de tratar igual al becario de turno que al director del periódico, de una amabilidad generosa, incapaz de mentir, aunque tuviera que decir una media verdad, respetuoso y trabajador insaciable. Aún me acuerdo lo mal que lo pasó en el primer stage de Louis Van Gaal en Göteborg, allá en 1997, cuando un error en la interpretación de las palabras del holandés sobre el horario de la rueda de prensa, acabó en una protesta unánime de los enviados especiales, marchándose de la sala de prensa porque Van Gaal no llegaba, con el consiguiente enfado del técnico con los periodistas al ver la sala vacía y con Maxenchs, por no haber comunicado bien sus palabras. Por cierto, la revuelta fue abanderada por Lázaro, no sé si acuerdan de él.
El pobre Maxenchs no acabó nunca de conectar con Van Gaal, poniéndole un traductor que además hacía las labores de jefe de prensa del primer equipo, Josep Miquel Terés, con quien sí empatizó desde el primer día el holandés.
De Maxenchs, que murió en 2008, aún recuerdo un día que estaba en plena canícula del mes de agosto haciendo guardia en el despacho de José Luis Ñúñez, sito en la calle Urgell, por si llegaba algún fichaje o "habla el gato", tal como recordaba el gran José Luis Carazo, cuando recibí una llamada de Maxenchs al móvil: "Xatu, no hace falta que te escondas bajo el árbol, ya te digo que hoy no habrá nada, puedes irte tranquilo". Una llamada que le agradecí eternamente porque estaba ya sudando la gota gorda tras llevar más de cinco horas en la intemperie...