El próximo lunes 22 de septiembre es la gala de Balón de Oro en París. Un trofeo muy valorado por unos y denostado por otros, que suele ser injusto en más de una ocasión y muy acertado en otras. Que Leo Messi se llevara ocho galardones dice mucho a favor de este premio, aunque a veces ha cometido errores garrafales e injustificados como el año que se lo llevó Fabio Cannavaro en el 2006 por delante de Buffon, Henry o Ronaldinho.
El curso pasado también estuvo envuelto en la polémica: en el Real Madrid todo el mundo daba por hecho que el Balón recaería en Vinicius -el brasileño llegó a fletar un chárter desde su país para traer a sus amigos y familiares-, pero el 'chasco' que se llevaron en el club blanco, tras recibir la filtración de que se lo llevaría Rodri, fue de tal calado, que Florentino decidió no viajar como signo de protesta, dejando sus asientos vacíos, aunque uno de los premios que tenía confirmado era el de mejor club del mundo.
Este año existe un debate abierto sobre el candidato para proclamarse ganador del Balón de Oro. Un debate más desde fuera que desde dentro, alentado por los altavoces de la caverna mediática, que se les hace bola cada vez que pronuncian o escuchan el nombre de Lamine Yamal.
El joven talento blaugrana, en condiciones normales, sería el justo merecedor del galardón. Nadie en el actual panorama futbolístico es tan diferente y decisivo como el de Rocafonda, nadie inventa jugadas de la nada como este chaval de 18 años y nadie es capaz de hacer lo imposible como Lamine. Desde la marcha de Leo Messi del Olimpo futbolístico, nadie, ni por asomo, se ha acercado tanto al astro argentino.
Ahora mismo dudar de quién es el mejor jugador del mundo es simplemente de necios. Nadie, en sus cabales, pondría un futbolista por encima de Yamal. Como mucho, el único que podría rozarle el taco de las botas es Kylian Mbappé, tanto por capacidad disuasoria en el campo como peso en su equipo. Pero el problema es que el 'crack' francés ha hecho una temporada muy irregular, pese a proclamarse 'Pichichi' y Bota de Oro, con un Real Madrid inmerso en una crisis galopante de resultados.
Con Mbappé fuera de las quinielas, otro francés ha ocupado su puesto para destronar a Yamal. Su nombre es Ousmane Dembélé, un viejo conocido por estos lares. A cualquier blaugrana que se le pregunte por el delantero del PSG esboza una sonrisa, más sardónica que otra cosa, recordando el pasado culé del internacional, donde las expectativas siempre fueron muy por encima de las realidades. Es verdad que se le intuía un talento descomunal -su velocidad y habilidad con ambas piernas eran armas letales-, pero su irregularidad y las lesiones le llevaron a un auténtico 'cul de sac' en la entidad catalana.
Con Luis Enrique en el PSG, Dembélé ha renacido de las cenizas, convirtiéndose en un jugador referencial, que además antepone el colectivo al interés particular. El club parisino lo ha ganado todo esta temporada -solo el ridículo en la final del Mundial de clubs ante el Chelsea les ha arrebatado la gloria-, con Ousmane como una de las piezas fundamentales. Todo esto lleva a pensar que tiene muchos números para recoger el galardón el próximo 22 de septiembre.
Pero para los sibaritas del fútbol, para aquellos que disfrutan del talento y de la magia en un terreno de juego, solo hay un ganador. Nadie puede rivalizar con Lamine Yamal. Es cierto que la eliminación en las semifinales de la Champions ante el Inter le penalizan, pero incluso en la derrota, el futbolista de Mataró salió por la puerta grande. De hecho, uno de los grandes de este deporte, Zinedine Zidane, reconoció públicamente que no había visto una exhibición de un jugador en una eliminatoria como lo había hecho Lamine ante el campeón italiano. Ni tan siquiera su pasado blanco pudo resistirse a la evidencia: estamos ante el mayor talento futbolístico que ha dado el planeta desde el aterrizaje de Leo Messi hace veinte años.
Pase lo que pase el 22 de septiembre, está claro que Lamine ha llegado para quedarse, para erigirse en uno de los grandes elegidos de este deporte y compartir trono con gente como Messi, Maradona, Cruyff, Pelé, Ronaldinho o Cristiano Ronaldo, mientras que Dembélé, si finalmente lo gana, quedará como una anécdota, la misma que certificó a Cannavaro el ganador del 2006.