El nuevo Camp Nou será espectacular. Combinará tradición y modernidad. Será la gran joya de un FC Barcelona que vive días inciertos, con una economía maltrecha y un equipo que ilusiona. Es un club desconcertante, imprevisible, como su presidente, Joan Laporta.

Laporta, muy futbolero, ha transformado un equipo decadente en otro campeón. Su gestión económica, en cambio, es un desastre. El presidente que prometió transparencia es el más opaco, con acuerdos esperpénticos y comisiones millonarias a amigos y antiguos socios.

El Barça, en el campo, va bien. Flick es un técnico tan serio como ambicioso, intenso y perfeccionista, y Lamine Yamal simboliza el talento de un equipo ganador. En los despachos, en cambio, es un club con muchas tensiones, que condiciona su futuro a la explotación del Camp Nou.

El Camp Nou, por fin, será un estadio del siglo XXI, con palcos y asientos muy Vip, con todos los asientos cubiertos, con ascensores y escaleras mecánicas para facilitar el acceso a las localidades más elevadas. Será, también, un estadio mucho más caro.

Laporta prepara una subida importante del precio de los abonos. Ahora, sin embargo, implora que el auditor valide la venta de 475 asientos por 100 millones de euros. El regreso al Camp Nou es una obsesión para cuadrar los números y prefiere jugar ante 27.000 espectadores, con medidas de seguridad adaptadas a su gusto, que jugar en un estadio (Montjuïc) con capacidad para 50.000 personas.

De trilero fue el anuncio de Laporta de que el Gamper se jugaría en el Camp Nou ante 60.000 espectadores y se disputó en el Johan Cruyff, con 6.000 aficionados y gracias. El club, ahora, exhibe imágenes y vídeos ilusionantes sobre los avances de las obras, pero el nuevo campo difícilmente pasará el corte de la UEFA, por la ausencia de una cubierta y la imposibilidad de abrir la grada que está enfrente de la tribuna principal. Las urgencias nunca son buenas.

Las obras del Camp Nou acumulan ya un año de retraso, porque la apuesta por Limak fue tan sorprendente como misteriosa.  La lógica recomendaría seguir medio año más en Montjuïc, pero el Barça actual no es un club demasiado sensato, sino todo lo contrario.