Parece una historia de amor y goza de tintes románticos el tema de Marc André Ter Stegen con el Barça. El portero alemán podría optar por aplicar aquello que decía el poeta respecto al corazón: “Si tú no quieres estar conmigo, para qué seguir luchando por ti”

Pero él adora Barcelona, ama al Barça y quiere a los culés, y, además, defiende su contrato, su dinero, eso que nos gusta tanto a todos. Pero ha preferido seguir perdiendo dignidad y prestigio, y algunos llegarán a confundir la defensa de su contrato y las ganas de acabar su carrera en el club azulgrana antes que analizar que la entidad con la que consiguió varios títulos –el último, la Liga con Xavi de entrenador y él ganando el Zamora con apenas 18 goles recibidos en 37 partidos- ha dejado de valorarlo. Lo quieren echar. Sin más. Como si no fuera capitán ni hubiera aportado nada a las conquistas de varios títulos.

En los dirigentes del “més que un club”, a veces esa teoría no vale. Es mejor, aquella que enarboló Joan Laporta cuando falló en su promesa de mantener a Messi. Decía algo así como que nadie está por encima del club. Ya escribí un día que Ter Stegen merecía mejor trato. Terminar la relación con un jugador que se ha distinguido por su disciplina abriéndole un expediente disciplinario y echándole la prensa en contra no es justo.

Un club señor, como pretende el Barça, tendría que gozar de una mano izquierda para que problemas como este no acaben en líos que acaban salpicando la imagen de la entidad.

Y para colmo la directiva dice que está molesta con el jugador. Pues habría que preguntarle a Ter Stegen si está bailando y tomando cervezas por el comportamiento del club hacia él. Que nunca había pasado que un futbolista se negara a firmar un consentimiento para transmitir sus datos médicos, pues bien.Ya existe uno al que su club le está tirando un penalti.