Los jugadores del Barça felicitan a Fermín López por su gol contra el Athletic CULEMANIA
La espera terminó, y hay que poner muy arriba en la lista de logros de Laporta en su segunda etapa al frente del Barça no solo la construcción del nuevo Camp Nou, demasiadas veces aplazada, sino también la del equipo que lo consagró en su reapertura del sábado como templo de victorias y goleadas. Es ilusionante abandonar el antiguo estadio como campeón de Liga (de hecho, con las seis secciones profesionales del club levantando el título nacional) y, más de dos años después, volver al nuevo no solo en las mismas condiciones sino todavía mejores: campeón del triplete doméstico, repleto de rutilantes promesas criadas en La Masía y con un proyecto futbolístico de extraordinaria consistencia. Muy superior al de aquel meritorio primer Barça de Xavi que echó el telón al anterior coliseo azulgrana allá por mayo de 2023.
Convertir un partido señalado en un evento emotivo resulta relativamente sencillo, así de pegada lleva siempre el aficionado la pelotita al corazón. Pero rubricar la efeméride con tanto lucimiento ante un rival extramotivado es un evidente signo de grandeza. Pese a las bajas y las reestructuraciones, el Barça festejó la vuelta a casa con un concierto sinfónico, y reventó los tímpanos de un Athletic empeñado en vulgarizar su historia fuera del campo a base de alimentar ridículos antagonismos en pos de no se sabe qué beneficio. La cruda realidad es que los de Flick siguen a años luz de los de Valverde tanto en legado como en presente, que lo suyo no es filosofía sino fábula, como saben en las expoliadas canteras en 300 kilómetros a la redonda de Bilbao, que el Barça ha fichado y fichará a cuantos jugadores rojiblancos le interesen, siempre y cuando tengan la calidad y la ambición suficientes para vestir de azulgrana, y que bastante barata les ha salido su primera visita a la única y verdadera Catedral del fútbol. Todo lo demás, miau, marraka miau.
Desde el pitido inicial, el Barcelona se entregó sin devaneos a la presión, la astucia y el vértigo. Ya se intuyó en Balaídos que el equipo había acordado refugiarse de nuevo en la disciplina táctica, y esa fue también la palanca que utilizó para avasallar al Athletic en la vuelta a casa. Resulta evidente que, quizá con la salvedad de Ronald Araújo, la línea alta no es un problema para los defensas azulgranas siempre que una mayoría de jugadores se esfuercen por acompañar en la presión tras pérdida a aquellos que no la negocian nunca, como Fermín o Ferran. Para todo lo demás, orientar la salida de balón por la derecha y lanzar desmarques de ruptura en la banda opuesta convierte a Lamine en motor y catapulta de un equipo tiránico.
Con la reincorporación de Joan Garcia y una versión 'retro' de Lewandowski que no para de inventar caminos hacia el gol, es decir, cumpliendo a pies juntillas la vieja ley futbolera de que el equipo con el mejor portero y el mejor delantero casi siempre es el mejor, el Barça de Flick ha recuperado su esencia: soluciones sencillas a problemas complejos. El resultado es un juego emocionante que acorta aún más la distancia entre la grada y el equipo. Y eso es justo lo que necesita el barcelonismo: reagruparse en sus cuarteles de invierno, olvidar la montaña del exilio y sentir la frialdad y el desamparo de una sola cumbre: la de un liderato cada vez más próximo.
P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana