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Evidentemente, es una sorpresa no ya que el Barça haya cedido un liderato liguero en el que llegó a estar nueve puntos por encima del segundo clasificado, sino que lo haya hecho en poco menos de un mes de resultados calamitosos e inquietantemente diferentes unos de otros. En el caso culé, en la variedad está el disgusto. Ya comentamos hace dos lunes en esta columna que ser aficionado del Fútbol Club Barcelona no es para los tiernos de corazón. Pero la visita del Atlético a la cada vez más infausta montaña de Montjuïc fue, dentro de la actual colección de puertos inexpugnables para el sufrido pelotón azulgrana, un auténtico fuera de categoría.
Contra los de Simeone, el Barça no solo jugó bien, sino que fue un prodigio de tensión, movilidad y mordiente. En una colosal reivindicación en tres actos, demostró que los principios de su fútbol van mucho más allá del vértigo del fuera de juego, que la presunta sumisión a Lamine Yamal para generar ocasiones de gol era bastante exagerada y que el culto a un centro del campo liderado por Casadó y Pedri -autor de dos pases de gol de más de 40 metros que quien le escribe jamás olvidará- está más que justificado. Y, sin embargo, el equipo azulgrana volvió a morder el polvo de forma sumaria y descorazonadora.
La narrativa de la penúltima derrota, también en casa, contra el Leganés se vuelve un libro para niños comparado con el siniestro necronomicón del asalto rojiblanco, tan angustioso como indescifrable. No es difícil imaginar a Hansi Flick emulando en su próxima rueda de prensa a Luis Ángel Duque cuando se preguntaba tras la enésima derrota sin explicación de su Almería qué más podía hacer si no ganaba los partidos: quemarse a lo bonzo, quizá pegarse un tiro en la bratwurst... Para ser honestos, no da la impresión de que ningún sacrificio esté a la altura de una maldición blaugrana que ya roza lo tragicómico.
La noticia positiva para el Barça es que en su despliegue en las últimas dos semanas se vislumbra la posibilidad de una temporada que acabe cayendo por su propio peso en un arco de redención. Y, obvio, su buen arranque en Liga en cuanto a resultados propicia que aún no sea demasiado tarde para aferrarse a una inercia positiva y acabar incluso campeonando. Pero las hojas del calendario vuelan. Y la moral de sus futbolistas en el contexto del proyecto actual, que a veces parece inquebrantable, crece a medida que decrece su puntería cuando disparan a puerta. Parece ya muy demostrado que eso, de no mediar lo antes posible una nueva buena racha goleadora de Lewandowski, tiene difícil solución. Que el polaco al menos emboque es fundamental, porque eso de que vaya bien a la presión, por mucho que se lo exija Gavi, parece poco realista.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana