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El Barça no es un club amable del que ser seguidor. Su evidente querencia por el buen fútbol -el cual no se puede entender más que de una sola manera, da igual lo mucho que quieran convencerle de lo contrario hinchas tan mezquinos como sus equipos, incapaces de dar tres buenos pases seguidos en meses-, un palmarés engalanado con todos los títulos que han existido y una identidad tan rica como compleja son los grandes ingredientes de su atractivo. Pero, en términos de crueldad deportiva, sublimada esta en esa promesa firme y nítida de triunfo que acaba convertida en calabaza de miseria incluso antes de sonar las campanadas a medianoche, seguramente sea un club sin parangón en el universo.
Por eso, era de esperar que tras firmar la década más grandiosa de su historia el periplo azulgrana se viera defenestrado a base de bien durante otro par de lustros o más. Es la teoría de la goma elástica: cuanto más la estiras, más fuerte es el golpe a la cara que vuelve al soltarla. Y, en efecto, tras el Triplete de 2015 llegó un declive que se fue haciendo agónico, donde las catástrofes europeas y la sensación continua de estar desperdiciando el largo otoño del mejor jugador de la historia solo fue endulzada con títulos de Liga y Copa hasta que llegó a nuestras puertas, como en la inmortal Momo de Michael Ende, la implacable Nada.
Lo cierto es que con Messi aún en el equipo ya se despacharon varias temporadas abyectas, marcadas por el despilfarro, la tiranía del vestuario y la insensatez de la era Bartomeu, y la deprimente salida del Diez de Dieces con Laporta ya en la presidencia no fue sino el augurio de que el flagelo estaba lejos de apaciguarse. Para cuando Xavi llegó al banquillo azulgrana para firmar el bienio más rocambolesco que se recuerda, el Barça llevaba varios años desembocando de nuevo en un devenir errático muy habitual en su historia pasada y reciente: fichajes desilusionantes, entrenadores cobardones y una exigencia rayana en el delirio, sustentada a medias entre la nostalgia, la petulancia y alguna goleada al Madrid que otra.
Además, empezaron a pasar las típicas 'cosas': cuando el mejor del Barça era Pedri, empezó a encadenar una lesión con otra. En el momento en que Gavi se hizo con todos los galones en el centro del campo, catacrack en la rodilla y un año de calendario fuera. Si el central más fiable es Araújo, no solo se pasa la temporada entrando y saliendo de la enfermería sino que, en el partido más decisivo en años, comete una falta inútil y deja al equipo con 10 contra el PSG en París. Y así todo.
El presente inicio de temporada del Barça no ha sido más que una versión destilada de esa decadencia tenebrosa. El equipo empezó ganando y convenciendo, con todos sus jugadores rindiendo a gran nivel, una nueva estrella subida al pedestal del fútbol... y de nuevo empezaron a pasar 'cosas'. Lesión de Ter Stegen. Lesión de Lamine Yamal. Acabó llegando el 'shit November' que bautizó Hansi Flick con el buen humor de quien pensaba haberlo superado, pero no solo no ha terminado hoy, 9 de diciembre, sino que tiene pinta de que le ha costado al Barcelona el liderato liguero. Por supuesto que se puede perder en Anoeta o empatar en Balaídos, pero cuando la UD Palmas llegó a Montjuïc, Cillessen hizo un partidazo y marcó Sandro, ya se veía que el gomazo en la jeta había subido de nivel.
Fue bonito el respiro en Son Moix y es tranquilizador que el equipo pite en la nueva Champions. Pero ya no hay culé que no sepa, tras ver el sábado cómo el infumable De Jong decidía correr en perpendicular y no en paralelo a, quién si no, Vitor Roque para sacarle una bota de un pisotón dentro del área, que la teoría de la goma elástica ha vuelto a las andadas. No es ya que el equipo juegue peor, o que los suplentes y reintegrados en el equipo tras lesión bajen el listón que se alcanzó en octubre con un grupo heterogéneo pero comprometido al máximo. Es que todo es vodevil, solo vodevil y nada más que vodevil. Solo falta que el domingo que viene contra el Leganés Munir meta un 'hat-trick' y el pobre Cubarsí se marque dos goles en propia. Lieber Hansi: Das Leben bei Barça ist kein Ponyhof!
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana