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Tras atornillar una victoria de Champions en Dortmund de esas que le cuestan al culé media noche insomne de puros nervios tras el partido, el Barça se vio obligado a sobrecargar aún más los tendones de sus futbolistas en un examen que ha sido muy habitual para los azulgranas a lo largo del presente siglo. El Leganés llegó a Montjuïc sin atraer una sola mirada, uno de sus defensas aprovechó esa invisibilidad para marcar el primero antes del minuto 5 en un córner y luego todos sus futbolistas se aplicaron a fondo en las dos artes favoritas de la inmensa mayoría de rivales que se ponen por delante en campo del Barça: el autobús defensivo y las pérdidas de tiempo. Nada que no hayan hecho en casa del temido Barcelona innumerables equipos, desde el Inter al Recreativo pasando por el Espanyol, con éxito desigual.

Siempre pareció que los pepineros se llevarían un lustroso botín de vuelta a casa. Un portero en trance y un árbitro tiernísimo sostenían su demanda. El Barça se encomendó al evangelio según Pedri y los 65 minutos de Dani Olmo para romper la maraña rival. Pero cuando no faltaba mordiente en las incursiones de los laterales, eran los rematadores quienes servían bizcocho en lugar de solomillo. Cuando Lewandowski, repostero mayor del equipo desde hace ya unas cuantas jornadas, abandonó el campo sustituido por Ferran, la cena de los huerfanitos de Flick empezó a volverse inmasticable. Pese que lo más potable del Barça llegaba por las bandas, los muchachos seguían empeñados en enhebrar algo por el centro, casi siempre dificilísimo. Si les ocurría a Xavi, Iniesta y Messi, ¿cómo no les iba a pasar a estos?

Los cambios fueron una sirena de emergencia inequívoca que no todos los entrenadores se atreven a activar: no se trata tanto de hacer algo mejor como de hacer algo diferente. Ya dijo Einstein que era una locura insistir en lo mismo y esperar resultados distintos. Sin embargo, ninguna clase de fórmula ni sortilegio sirvió a los azulgranas. Ni un solo rechace rebotó a su favor, ni una abertura apareció por casualidad en el bosque de piernas. Todos los gatos fueron negrísimos y todas las tostadas besaron indefectiblemente el suelo por el lado de la mantequilla. 

En mi opinión, la de ayer fue la derrota más accidental, y por tanto disculpable, del Barça en cualquier competición durante lo que llevamos de temporada. El problema es que, sabiendo que una o dos de estas llegarán durante el devenir de LaLiga, no se puede hacer el canelo en partidos como los de Las Palmas o el Betis, en los cuales el conjunto blaugrana remó mucho para recuperar la iniciativa y se dejó naufragar en el último tramo del tiempo reglamentario. Habría sido muy bonito salir a la calle esta mañana luciendo sonrisa de líderes en lugar de embozados en la bufanda y la melancolía. Pero qué frío hace fuera y qué pocas ganas tiene uno de na.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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