Triste final y triste récord
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El sol dominical se alza en la capital de ese país del que usted me habla. Tras una ducha confortable y un desayuno frugal, el staff técnico del Barça se reúne para preparar la final de la Supercopa de España. Es el momento de dar los últimos retoques al plan de partido. Se abren los MacBook Pro. Se sorbe té matcha. Toma la palabra el técnico azulgrana, Xavi Hernández. "Va, va. Venga, va, hostia, va".
Cuarenta y cinco minutos después, el diseño del encuentro por parte azulgrana ya está cuidadosamente trazado. Consiste, a grandes rasgos, en lo siguiente:
- Variar el dibujo para jugar con cuatro centrocampistas, reforzando el cuadrado para liberar de responsabilidad al lateral derecho y abriendo mucho al extremo diestro.
- Alinear a Araujo de lateral y Koundé de central. Pese a todo lo ocurrido esta temporada.
- Colocar la defensa adelantada. Pese a jugar contra quizá el mejor equipo del mundo en transición rápida.
- Encargar la primera línea de presión a un delantero centro de 35 años y un futbolista recién salido de su segunda lesión muscular esta temporada.
- Configurar las dos bandas de la siguiente forma: banda derecha, Araujo y Ferran Torres; banda izquierda, Frenkie de Jong y Alejandro Balde.
- Dejar en el banquillo a Joao Félix, Lamine Yamal, Fermín y Vitor Roque.
Así presentó Xavi a su equipo ante el Real Madrid, y el desenlace final fue catastrófico para el Barça. Pero incluso la sensación de zozobra por haber perdido la ocasión de levantar un título que, si bien es de índole secundaria, siempre revitaliza si se le niega al eterno rival, quedó eclipsada por un aturdimiento mucho más profundo y atávico. Ante los ojos de una afición en la que poco a poco va agigantándose la desconfianza, el entrenador azulgrana volvió a hurtar a su delantera de talento y vivacidad a cambio de no se sabe muy bien qué. Desde luego, no de aproximarse a un modelo que en sus mejores momentos vivía, justamente, de ser generoso con el talento en todas las líneas.
Así las cosas, el Barcelona juega demasiado a menudo contra dos rivales: el equipo contrario y el jeroglífico de su propia pizarra. Lo peor del asunto es que contra el Madrid apenas si se enfrentaron a rival y medio. Los de Ancelotti comparecieron con un tercer portero, una defensa remendona, el desgaste de un partido a cara de perro ante el Atlético con prórroga incluida y una idea de juego bastante simple. Pero en ningún momento sufrieron para imponerse, replegarse, desplegarse, acelerar hacia el área del Barça y, en último término, rubricar una goleada tan astuta como inapelable.
La triste final dejó a Xavi recortado contra un escenario desolador y en posesión de un infame récord como técnico azulgrana: ya van dos veces en menos de un año que el Madrid le mete cuatro. Y la otra vez que han jugado, fueron tres. No extraña, por tanto, que el taimado Carletto le dedique elogios. Ni que cada vez sea más complicado soñar con un Barça capaz de convertir sueños en ideas, y esas ideas en triunfante realidad.
P.D.: Nos vemos en X: @juanblaugrana