Pesadilla en el parque de atracciones
En otra época, este mismo que ya les adelanta sus intenciones de redactar hoy una feroz diatriba habría calificado el empate del Barcelona contra el Granada en Los Nuevos Cármenes de accidente fortuito. Un partido malhadado por dos desgracias: una pérdida de balón en zona peligrosa a los 10 segundos de juego y un contragolpe sin contexto alguno, garabateado de un solo y magnífico trazo por un regateador menudo, otro Bryan de la vida. Por suerte para los culés (toda esa que le faltó al pobre Koundé en una primera parte que, en comparación, redujo las desventuras del jorobado de Notre Dame de Victor Hugo a comedia ligera), Zaragoza se topó con el Pilar, concretamente el de la portería de Ter Stegen, en su tercer disparo de la noche.
Incluso de rubricar el nazarí su 'hat-trick' y consumarse la derrota, habríamos visto a un Barça dominador, capaz de infusionar una posesión abultada pero nada monótona con un ritmo bastante garboso, generando peligro por dentro y sarandonga por fuera. Limitado por el ejercicio defensivo del rival pero también con muchas menos dificultades para armar juego de ataque que en otras ocasiones. Infinitamente más paciente y astuto gracias a la partitura dispuesta por Gündogan (que es un maldito espectáculo en el pivote), Gavi y Fermín, para mi gusto el mejor centro del campo que puede alinear Xavi ahora mismo, y creo que también el segundo o el tercero mejor si toda la plantilla estuviera sana. Incisivo por el lado de Joao Félix y Balde, pero esta vez sin marginar a Lamine. Lastrado por la degradación de pasar de Lewandowski a Ferran, y aun así temible.
Huelga añadir que el Barça habría salido incluso ganador del choque de no mediar una decisión arbitral que no chirría tanto por errónea como por inaplicada en el Real Madrid-Getafe: la del presunto fuera de juego del propio Ferran Torres por fingir hacer el ademán de rematar una estrella fugaz en el cielo que acabó embocando Joao Félix. Pero antes de que Xavi hablara en rueda de prensa de "buenas sensaciones", quizá en asonante homenaje a una canción de los también granaínos Los Planetas, yo ya andaba masticando mi pesadilla en el parque de atracciones. Y es que desde hace ya varios partidos me asalta una desazón: ¿y si el fútbol del Barça se ha convertido en una antigualla? Albergo la terrible sospecha de que, con tanto defender el tiqui-taca de las falacias de los simplistas, la culerada vive anclada a un punto de referencia anacrónico y se martiriza por razones equivocadas.
Por ejemplo, anhelando un juego de dominio y cambios de ritmo que quizá ya no tiene sentido en un fútbol con cinco cambios, en el cual los rivales que antes llegaban maduros al 65' ahora se recomponen para defender el resultado con mucha mayor facilidad. También resucitando la misma fórmula de combinar un lateral muy talentoso que reparte juego en la base del cuadrado con otro rápido y peligroso en el último tercio pero blandito en el repliegue. Una apuesta que ya dejaba al equipo en el alambre en demasiadas ocasiones y ahora, jugando contra dieciséis futbolistas en total, tiene un poco de inconsciente y un mucho de temerario. Y lo que más rabia me dio ayer: postular que si el equipo tiene bajas, lo mejor es salir al partido alineando a tus once jugadores más talentosos desde el inicio, sin dejar un mínimo plan B en el banquillo. Porque... ¿cuánto hace que el Barça no gana los partidos de manera habitual -pero habitual de verdad, no lo de Betis y Amberes- en la primera media hora? ¿O en la primera parte siquiera? Los datos dicen que el Barcelona encaja el primer gol, de media, en el minuto 32. Y no marca el primero hasta el 52', ya avanzada la segunda parte.
Así que veo los nombres en la convocatoria y el once azulgranas, atiendo a cómo juegan los futbolistas, observo el resultado de sus variantes y encajes posicionales, contemplo la brusca materialización de jóvenes hipertalentosos en jugadores influyentes, el rendimiento inmediato y sostenido de veteranos con jerarquía... y, desde luego, me siento mucho más satisfecho que hace dos temporadas. Pero el equipo de Xavi no pita, esa es la verdad. Mi modesta hipótesis es que la distancia entre el buen juego y la recompensa del resultado ha aumentado bruscamente, y eso exige un ejercicio de reflexión, innovación y pragmatismo que, con lo visto hasta ahora, no estoy seguro de que el actual staff técnico sea capaz de realizar.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana