Goleada en Cornellá mediante, el casquivano Barcelona de Xavi ha dado al fin el último pespunte para coser en su pecho la 27ª Liga. Un título meritorio y de una hosquedad desacostumbrada en un club de triunfos habitualmente acrisolados. Entramos así de lleno en una nueva era azulgrana, en la que la culerada celebra de pleno derecho un triunfo deportivo con una pátina un tanto umbría que posee, como escribió el novelista japonés Tanizaki, una hermosura "creada por la penumbra, que algunos dirán que no es una belleza auténtica. No obstante, es tradición oriental crear belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes".

En línea con ese acervo nipón, un Barça de claroscuros se ha impuesto en el campeonato más importante que disputaba esta temporada tras un visillo de resultados escuetos, defensa maciza, ataque flaco y centro del campo corredor. En paralelo a su camino hacia el título liguero, el equipo se extravió en sendos apagones europeos y firmó una final de Supercopa fulgurante contra un Madrid siempre netamente inferior en los partidos disputados en igualdad de condiciones. En el día a día general, las más deslucidas herrumbres blaugranas han sido, además de ese escándalo Negreira tan incorregible en lo ético como en lo estético, las lesiones de jugadores clave en momentos inoportunos de la campaña. Si no se hubiera producido la última de Pedri, por ejemplo, seguramente la rúa de los campeones habría caído incluso en abril.

Y es que en la bastante quijotesca hazaña blaugrana, el extraordinario Pedri González ha sido no solamente el futbolista que más y mejor ha corrido, sino el que más ha intercedido por componer el trato con el balón de un Barcelona justito de calidad más allá de su once tipo. Si ha de sucumbir usted, astuto lector, a la irresistible tentación de destacar una individualidad en este logro colectivo, yo le recomiendo que elija al prestidigitador canario. Su facilidad para aunar calidad, pausa, coraje y resolución debería ser el ideal de cualquier Barça diseñado a imagen y semejanza de glorias pasadas. Aunque, irónicamente, su entrenador haya demostrado mucha menor cantidad de estas cualidades en el banquillo de lo que lo hizo en su día sobre el campo.

Por supuesto, la Liga de Pedri es también la Liga de Xavi, pero será más recordada por un ejercicio defensivo impecable que por un fútbol modélico. Es la Liga del 1-0, de los adioses de Piqué y Busquets, de la niña que se durmió en la grada del Camp Nou, de papá Araújo, de los modelitos de Koundé, del presidente Kessié, del hombre del saco Gavi, de la eclosión de Balde, del pundonor de Alonso, de la libertad para Frenkie, del absurdo de Dembélé, del destino de Raphinha, de la redención de Jordi Alba, del gol de Sergi Roberto, de la impotencia de Ansu y Ferran, de la media docena de oportunidades perdidas para sentenciarla, de la rueda de prensa del jardinero, de Marc-Andre Ter Stegen, del esperando a Godot Messi, del primer diente de Lamine y del 'bajón' de Lewandowski. Pero, por encima de todo, es la Liga del Barça. Y con ese paraguas abierto, ay, amics: ya llueve menos.

P.D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana