Fiada la Liga a un tropiezo del Madrid, el Barça se esfuerza para no descomponerse. En una semana insólita, sendas victorias ante Villarreal y Espanyol han reverdecido a un equipo decadente.
El Submarino Amarillo pagó caro ese cuadrilátero de 8x10 metros que dejó libre a la espalda de sus mediocentros. Siempre ha querido jugar al fútbol, en las buenas y en las malas. Por eso puso en aprietos y arrebató puntos al mejor Barcelona que han visto los tiempos. Y por eso el otro día oxigenó a Messi y revivió a Griezmann, que por una vez recordó a ese segundo delantero fino y trabajador que muchos culés imaginábamos deslizando a Leo hacia la media punta.
Y hablando de deslizarse: el descenso perico a colmillos de Luis Suárez, por cuya boca asomaba una pluma azulada como la que delataba a Silvestre cuando se comía a Piolín, dio por buena la temporada para muchos barcelonistas. No nos engañemos, algún romántico habrá, pero pocos van a echar de menos el derbi barcelonés la próxima campaña. Y conste que yo nunca he acusado al Espanyol de ser filial oficioso del Madrid ni de poner la alfombra roja a los blancos. Simplemente perdían contra ellos porque eran muy malos.
Al Barça tampoco han podido darle más guerra futbolística que la de las patadas en los tobillos y los pisotones en la tibia. El último el de ayer, cometido por otro futbolista anónimo sobre Gerard Piqué. Y será el último durante una larga temporada. Mientras, la historia perica seguirá en el congelador, porque no es una historia de logros sino de deméritos, incluso en sus mejores tiempos. Sin ir más lejos, el infame tamudazo nunca habría existido sin Oleguer, claramente imputable como colaborador necesario.
Con todo, los fuegos artificiales lanzados para celebrar el infortunio blanquiazul resultaron un tanto patéticos. Ha sido una semana de alivio, pero la amargura de regalar una Liga encarrilada, por muchos asteriscos que tenga, no se endulza con un buen partido y otro de desenlace afortunado. El Barça sufrió ayer contra un colista desahuciado, generando fútbol solo a ratos, al borde de la zozobra tras la expulsión de Ansu. Un recordatorio de que no conviene fiarlo todo al ímpetu de jovenzuelos sin medida.
Por mucho que un brilli brilli colorido atrone sobre el cielo del Camp Nou como una faro de esperanza, Setién sigue muy discutido. Y con razón. Pero creo que sería justo darle una temporada entera salvo que su sustituto vaya a ser Jürgen Klopp o Guardiola. De Xavi aún no me fío, y con cualquier otro entrenador, el vestuario seguirá mandando demasiado, así que al menos tener a un tipo dialogante y con idea de fútbol ahí. Porque para hacer limpieza en el vestidor, afrontémoslo, no hay dinero.
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