Diego Armando Maradona es el otro Dios de los napolitanos. El futbolista más querido. Acostumbrada a vivir a la sombra de los clubes más poderosos de Italia, Nápoles nunca olvida a su ídolo, al jugador con el que ganaron dos veces la Serie A y la Copa de la UEFA. Con Maradona, el sur ganó al norte y muy celebrada fue la liga de 1987. La primera.
Un año antes, en 1986, Maradona se había proclamado campeón del mundo con Argentina en México. Ya era un héroe en su país, pero quería más. Mucho más. Quería vengarse de los grandes clubes del norte, que siempre despreciaron al Nápoles, club al que recibían en sus estadios con insultos y pancartas ofensivas.
Problemas con Núñez
Maradona es el gran punto de unión entre el Barça y el Nápoles. En el Camp Nou estuvo dos temporadas en las que ganó la Copa del Rey y la Copa de la Liga, pero su salida del club fue muy convulsa, enfrentado con el expresidente Josep Lluís Núñez. En Nápoles, en cambio, vivió seis años y medio muy intensos. Fue recibido como una estrella y se marchó en solitario, devorado por sus contactos con la mafia napolitana y el consumo de drogas.
En Nápoles, Maradona convirtió un club pequeño en el gran equipo de Italia. En el mejor. Después de buenas temporadas, el Diego quería hacer historia en el viejo San Paolo, el mismo estadio que ahora lleva su nombre. El Milan, el Inter y la Juventus eran los grandes rivales.
Pintadas en el cementerio
Maradona, en el mejor momento de su carrera deportiva, lideró a un Nápoles hambriento que ganó con autoridad la Serie A. "Es el día más feliz de mi vida", dijo, mientras era agasajado por sus compañeros y aficionados. Esa noche, Nápoles no durmió. La fiesta fue sonada.
En plena borrachera de felicidad, unos hinchas del Nápoles se dirigieron al cementerio de Poggioreale y escribieron en una de sus fachadas. «E che ve site perso!», que puede traducirse por «No sabéis lo que os habéis perdido».
La pintada tuvo gran éxito y fue contestada al día siguiente. «Ma chi ve l'ha detto che ce l'amm' perza?» o «¿Quién ha dicho que nos lo hemos perdido?», pudo leerse en otra pared al día siguiente. Vivos y muertos veneraban a Maradona. Con él, todo era posible en Nápoles, incluso derrotar a los clubes del norte de Italia. Que no es poco.