El entorno fue una palabra que Johan Cruyff extrajo del diccionario para definir con acierto a una parte de la crítica periodística que por norma se mostraba irritable especialmente con las decisiones del genio holandés. Cruyff llamó la atención a la prensa, dijo que lo único que importaba era estar siempre por encima del Real Madrid, dejó también una filosofía de juego, que acunó Pep Guardiola, y siempre deseó un barcelonismo unido, tanto que incluso un día se atrevió a decir que no tenía sentido que Badalona tuviera equipo de baloncesto, y que lo mejor era juntar el Barça con la Penya. También rechazó los pitos al himno español, como seguramente hoy también situaría en otra grada a los que pitan el himno de la Champions o a los que silban a un jugador que defiende la camiseta azulgrana.

Si Johan Cruyff viviera estoy convencido de que volvería a hablar del entorno, pero del actual, que no tiene nada que envidiarle al que él vivió, a esa caverna diabólica que hoy en día se muestra hostil con los resultados y aprovecha una derrota para lanzarse como buitre hambriento sobre una presa que solo ha bajado la cabeza una vez. Es el mundo irreal de los perdedores, de los que no han sabido aceptar la derrota de sus líderes en las urnas, que enmudecen en la victoria, y vociferan en la derrota y sus lenguas vomitan veneno. Cosas de la vida, el entorno, que se dice cruyffista, es el que hoy prefiere la división de la afición.

Ese entorno vive en el pasado. Se quedó en el juego angelical de un equipo y unos jugadores que difícilmente volverán a engendrarse. Un entorno que no ha pasado del primer capítulo de The Walking Dead cuando el futuro se ve en Altered Carbon. Es un entorno lleno de hordas de zombies que se quedó en el revelado de fotos cuando el Iphone se supera cada día.

Son zombis que aseguran alegre y populistamente que este Barça todavía no ha tocado fondo, como si ganar la Liga se consiguiera a base de mordiscos y fútbol galáctico que llamaba Maguregui, o como si en este campeonato, y el anterior, el aficionado hubiera sufrido mucho. Pero bueno, es el entorno zombi del actual barcelonismo. Anclado en “la noche de los muertos vivientes” en un mundo de un Barça campeón.