Primera derrota de la era Setién en el FC Barcelona. El conjunto azulgrana sigue generando dudas pese a la ilusión inicial que desató el efecto Quique. Gusta su idea, encaja la filosofía, pero el equipo sigue sin jugar bien a fútbol. 

No es un secreto que Setién llegó al Camp Nou como una tirita destinada a cortar una hemorragia. Es decir, lo que vendrían siendo unos primeros auxilios de urgencia. La oferta desestimada por Xavi Hernández desembocó en la propuesta a Setién, que ha llegado a Barceona con idea de aportar cosas. ¿Tal vez demasiadas? 

El nuevo técnico quiere imponer su idea de juego que, como decíamos, encaja en filosofía. Sin embargo, no tanto en sistema. Si tenemos en cuenta que durante los más de 10 años que dura la era Messi, el Barça siempre ha apostado por un dibujo 4-3-3 con variaciones ocasionales al 4-4-2 o 3-4-3, quizá parezca un tanto osado pretender implantar ese arriesgado 3-5-2 en tan poco tiempo y sin la pertinente pretemporada para hacer probaturas. 

En cualquier caso, y más allá de ese respetable atrevimiento de Setién --lo que hay que valorar es si el Barça tiene tiempo de apostar por este experimento sin garantías de que funcionará y poniendo en riesgo los títulos--, lo que también queda claro es que Valverde no era el único problema. 

El Txingurri manejó bien los egos del vestuario y aseguró buenos resultados, especialmente en Liga. Le faltó el factor motivacional, especialmente en Champions, y apostar más por el buen juego, más allá del mero resultadismo. La pregunta es: ¿Ese resultadismo de Valverde era voluntario o no le quedaba otra? 

Se está viendo que los jugadores del Barça tienen algunas carencias y no queda claro si es que no entienden el nuevo sistema de Setién, algo que ha comentado abiertamente el propio técnico, o si es que en los últimos tiempos se ha venido instalando una cierta dejadez. El tiempo contestará, pero que sea tan difícil hacer funcionar a los supuestos mejores futbolistas del mundo da que pensar muy mucho.