El Barça es el peor enemigo del Barça. Al equipo de Ernesto Valverde le sobra talento, pero también desidia y autocomplacencia. Año tras año, el Barça empeora, lastrado por muchos cambios lampedusianos cuando el paciente requiere una terapia de choque. Los negocios de Piqué, los despistes de Dembélé, la plaga de lesiones musculares y el egoísmo de algunas estrellas lastran a un colectivo que parece haberse cansado de ganar Liga, pero que tiene muchos complejos cuando compite en Europa.

Los futbolistas tienen mucho poder en el Barça. Viven de los éxitos del pasado y tienen unos sueldos muy generosos. Excesivos. Un jugador muy bien retribuido es Umtiti, a quien el club le revisó su contrato cuando, hace dos años, rechistó y flirteó con el Manchester United. El francés, a finales de 2017, era una pieza básica para Valverde por su solvencia y fiabilidad. Con él, el Barça encontró al central de garantías que durante tantos años se le atragantó desde la marcha de Puyol.

Umtiti completó dos temporadas maravillosas en el Barça y fue campeón del mundo con Francia en verano de 2018. En Rusia, el internacional francés jugó con muchos dolores y su rodilla se resintió poco después. Pensó en el corto plazo y antepuso a la selección gala en sus prioridades.

La rodilla de Umtiti se rompió hace más de un año. El diagnóstico médico era claro: debía operarse. El jugador, traumatizado por una mala operación del pasado, se negó a pasar por el quirófano y apostó por un tratamiento conservador, con muchas recaídas. Las consecuencias no pudieron ser peores para el club. Después de muchos meses de baja, Umtiti no puede encadenar dos partidos por culpa de los dolores, aunque sus sufrimientos en el campo contrastan con sus habilidades en la pista de baile.

Umtiti, hoy, es un recurso de emergencia muy puntual para un Barça que tiene graves carencias en defensa. Tan surrealista es su situación que Valverde prescindió del francés para el amistoso de Cartagena para que pueda jugar este fin de semana con el Leganés. Él es un claro ejemplo de la nula implicación de un profesional con el club que le paga.