Este Barça descoloca. Estamos asistiendo a la descomposición de un equipo que fue muy ganador y que todavía lleva ese gen competitivo en su ADN, solo que ahora lo saca cuando a los jugadores les da la gana. Capaces de lo peor, como contra el Osasuna hace cuatro días. Capaces de lo mejor este domingo frente al Alavés. Una manita estéril para despedir la temporada que nos hubiese venido mucho mejor en Balaídos, ante un Celta que arañó un punto al Barça y luego ha estado a un solo peldaño del descenso. Una pena.
El arrebato de Messi el jueves, asumiendo los galones de capitán, es clave para explicar la goleada al Alavés. Pero tal vez sea una nueva falsa alarma, como contra el Villarreal. El equipo vive de arreones y así no se va a ninguna parte.
El contundente mensaje de Messi tuvo mil lecturas distintas. Sin embargo, una vez más, parece que con el paso de los días fue sobredimensionado. Toda la prensa juega a interpretar a Leo, pero casi nadie lo consigue con acierto. Tal vez muchos buscamos más allá de lo que verdaderamente hay: un mensaje de capitán para espabilar a sus compañeros. Si bien, también había toque de atención a Setién, no hay ultimátum por ahora. Mientras el técnico cántabro se amolde a las comodidades de la plantilla, no hay inconveniente en que siga. Tampoco hay problemas con Bartomeu, por mucho que algunas decisiones de gestión no hayan gustado en un momento dado.
Messi quiso mandar un mensaje a sus compañeros, para que sean conscientes de que los que no den el nivel pueden terminar haciendo las maletas este verano, cuando acabe la Champions. Pero ese es ahora el gran objetivo. Hay que remar unidos para levantar la orejona con una plantilla bajo mínimos: mayor, cansada y con lesiones. Quedan tres semanas para recuperar fuelle y el reto parece imposible.
Solamente se antoja una fórmula para lograrlo. Y está en casa. Pasa por confiar verdaderamente en la ambición de los jóvenes, una bombona de oxígeno para un Messi sobrecargado que ve en Ansu Fati y Riqui Puig dos cracks con los que asociarse. Si logran contagiar su frescura al resto del equipo, y el entrenador pone de su parte para que así sea, será más fácil que lleguen los resultados.
En agosto, Braithwaite no estará disponible. Por contra, se espera poder contar con Dembelé. Mientras que la predisposición de Arthur Melo será toda una incógnita, aunque es obvio que no entra en los planes del técnico, por mucho que Pjanic lo esté bordando con la Juve.
Y de cara al curso que viene, esa tiene que ser la base sobre la que construir el proyecto de futuro: Riqui Puig y Ansu Fati, ficha del primer equipo, independientemente de lo que haga el Barça B, que de momento superó la primera ronda del Playoff. Riqui tendrá que competir con Pjanic, Sergi Roberto, Aleñá y el que se quede entre Arturo Vidal y Rakitic (si es que no se van los dos). De Jong, por su parte, debería sentar a Busquets de forma habitual y consagrarse en su verdadera posición.
Si viene Lautaro Martínez, también debería sentar a un Luis Suárez que puede ser más útil como revulsivo goleador. Mientras que Ansu Fati tendrá que competir con Griezmann, Dembelé, Trincao y Pedri. No contamos con Braithwaite, posiblemente carne de mercado. Y todo ello a expensas de lo que pase con Coutinho, un cromo más para el medio o para la delantera si no conseguimos colocarlo en la Premier.
En defensa, es indispensable dejar de contar con Samuel Umtiti y confiar en la valía de los que vienen por debajo: Todibo y Araujo deben pelear por ser el tercer central del Barça e, incluso, por ganarse la titularidad a costa de Piqué o Lenglet, dos centrales muy solventes pero lentos, que debilitan la retaguardia azulgrana en las transiciones rivales. Además, es muy importante resolver el problema del lateral derecho y encontrar un recambio de garantías para Jordi Alba.
Por último, si es posible sacar unos duros por Neto y dar la alternativa como segundo portero al canterano Iñaki Peña, el Barça culminaría una pequeña revolución hecha a golpe de cantera y no de cartera. Una plantilla más amplia y con fichas mucho menos elevadas.