Humillante. El trato dispensado a Ronald Koeman este martes en la reunión que se celebró en el Camp Nou es impropio del FC Barcelona. La improvisación constante de Joan Laporta y las angustias económicas que asfixian al club están llevando al presidente a tomar decisiones del todo censurables que hablan nada a favor de su gestión de la entidad en estos primeros dos meses y medio de mandato.
La falta de planificación, obviamente, no es la mejor medicina para administrar el club en un momento sumamente delicado, donde el riesgo de acabar convertido en una SAD sigue latente. Sin embargo, peor es todavía perder el respeto a las personas que han contribuido a engrandecer la historia del club a lo largo de los años. Koeman, que era como un hijo para (el tan admirado por Laporta) Johan Cruyff, según han reconocido su esposa Dani y la hija de ambos, Susila, en alguna ocasión, va camino de ser la última víctima de un banquillo culé que se está acostumbrando a engullir entrenadores de forma despiadada. Y a despacharlos de la peor manera: Valverde, Setién y, ahora, Koeman.
El desprecio que, según TV3, reconvertida estas últimas semanas en canal de comunicación oficial de la nueva junta directiva, hace Laporta a Koeman rebasa los mínimos del respeto que se debe tener a un entrenador del Barça. Y más, a un mito cómo fue el héroe de Wembley, a las puertas del 30 aniversario de la gran gesta que se celebrará dentro de un año. El hecho de reunirlo durante menos de media hora para comunicarle que le están buscando sustituto, que tienen a dos candidatos y que si no logran cerrar acuerdo con ninguno de los dos en los próximos 15 días seguirá como entrenador, es vergonzoso. Normal que en la noche del martes no quisieran filtrarlo de buenas a primeras, como ya viene siendo costumbre desde que tomó posesión del cargo.
La sensación que da es que Laporta no solo se lo quiere quitar de encima, sino que además aspira a hacerlo gratis. Parece que quiera poner a prueba la paciencia de un hombre temperamental como es Koeman dándole un plazo de 15 días donde sabe que su futuro va a depender de que encuentren a otro técnico. Y si no lo encuentran, ¿con qué cara sigue? ¿Con qué autoridad se dirigirá al vestuario un entrenador al que su presidente le ha manifestado que no lo quiere?
Parece evidente que Laporta desprecia a Koeman con la esperanza de que se vaya gratis, por orgullo, renunciando a los 7,5 millones que tiene firmados (más la indemnización de cinco millones que se debe pagar a la federación holandesa por romper su contrato antes de disputar la Eurocopa). El nuevo presidente debe entender que no se puede tener todo: o asume más gastos a cambio de emprender su nuevo proyecto deportivo con un entrenador que de verdad le seduzca, o apuesta por Koeman para liderar la transición en base a una planificación de plantilla que ya lleva semanas en marcha. Y si la opción es esta segunda vía, la fórmula pasa por reforzar su confianza en lugar de hundirla.