Es realmente extraordinario el acoso permanente sobre la cabeza de Ronald Koeman que ejercen algunos medios de comunicación. Hace una semana me quedé esperando las conclusiones de una reunión que tenía la directiva del Barça y en la que, según se anunciaba en algunos TN, estaba en juego el puesto del técnico holandés. No hubo más seguimiento. Esta semana la noticia era un poco irrespetuosa con Koeman. El lead de la información decía que ante el Granada, Koeman pasaba el primero de tres exámenes; los otros dos serán el próximo jueves ante el Cádiz y el domingo frente al Levante. El empate del lunes en el Camp Nou ha disparado todavía más las sensaciones de que Koeman tiene las horas contadas.
Mientras en otros lares alaban la épica para dar la vuelta a un marcador en los últimos cinco minutos (Madrid en Valencia) o en los diez de añadido (Atlético ante el Espanyol), por el Camp Nou un empate es malísimo, pero acabar centrando balones al área rival con Piqué y Araujo jugando de 9 al mejor estilo Alexanko en los tiempos de Johan Cruyff, resulta no solo penoso sino que irrita a los más puristas defensores del tiki-taka.
Koeman se ha visto obligado a recordar en conferencia de prensa que este Barça no puede jugar como el de hace ocho años. Llevamos tiempo insistiendo desde esta columna en que aquel dulce momento fue único y hoy en día es irrepetible. Entonces el Barça tenía al mejor entrenador del mundo (Pep Guardiola), y a una serie de jugadores que no solo encontraron el éxito en el Barça sino que contribuyeron al mayor triunfo del fútbol español en un Mundial. En este sentido, todos los ataques sobre el entrenador holandés, que dejó el cargo de seleccionador de su país para ocuparse de este Barça diezmado, resultan injustos. El Barça mereció los tres puntos contra el Granada, pero seguramente si los hubiera logrado en esos últimos minutos, muy pocos habrían destacado la victoria como una remontada épica, sino que también el técnico habría sido criticado porque en el Camp Nou para algunos solo vale la poesía.