Gerard Piqué y Ronald Araujo con el Barça en la temporada 2021-22 EFE
Carles Puyol, Gerard Piqué y quizás Javier Mascherano fueron los últimos centrales que dejaron un legado en el FC Barcelona. Desde entonces esta posición viene marcada por una maldición que impide a los protagonistas asentarse definitivamente en su puesto. En el último año ha aparecido un cisne negro (una expresión matemática para referirse a algo absolutamente excepcional) en la figura de Pau Cubarsí, pero su juventud e inexperiencia, pese a firmar más de cien partidos en el Barcelona con tan sólo 18 años, no permite aún lanzar las campanas al vuelo. El tiempo y, sobre todo, su rendimiento, dirá si coge el relevo de los centrales mencionados en la primera línea.
Lo que está claro es que ser central es una profesión de riesgo en el FC Barcelona, donde pasan muchos y se quedan pocos, con más fracasos que éxitos y que puede acabar echando por la borda una carrera al más pintado. Los dos casos más sintomáticos en estos últimos meses son Ronald Araújo y Andreas Christensen.
El charrúa, que en sus primeros envites invitaban a pensar en el nuevo José Ramón Alexanko, por su físico, liderazgo e impronta, ha visto cómo, de la noche a la mañana, su presencia ha dejado de imponer al rival. De hecho, desde la expulsión hace dos temporadas en la vuelta de cuartos de la Champions ante el PSG, que Araújo se ha transformado en un central sin aura. El documental de Luis Enrique tampoco le ayudó: el técnico asturiano daba indicaciones a sus jugadores que flotaran continuamente al uruguayo porque era "el jugador de menos calidad del Barça". Y la estocada se la acabó dando la pizarra de Hansi Flick, con una defensa adelantada a casi treinta metros de la portería y donde un error deja totalmente al descubierto al portero. La situación para Araújo ha acabado desembocando en un problema de salud mental, que le ha obligado a dejar momentáneamente su profesión, viajando incluso a Israel para reencontrarse con sus creencias y buscar en la fe la consistencia y la fuerza mental que le falta en su vida.
Con el danés la realidad es que no ha tenido suerte con las lesiones. Estamos ante un defensa con unas prestaciones impresionantes --para muchos en el vestuario es el mejor central de la plantilla--, pero con una musculatura de cristal, que evidencia con sus idas y venidas continuas a la enfermería. Una situación que le ha impedido la continuidad y por ende triunfar definitivamente en el Barça. Ahora el club se plantea darle la baja por lesión de larga duración para poder inscribir en el mercado de invierno a un central si así lo necesita el míster.
El resto de centrales de la plantilla tampoco es que hayan tenido un relato fácil. Jules Koundé ha tenido que reubicarse en el lateral derecho a regañadientes porque los técnicos le veían más recursos como carrilero, demostrándose un acierto al final, pese a que el fashion victim francés se mostró muy reacio al principio. Éric García se ha convertido en el adalid de la polivalencia llevada a tal extremo que ahora mismo nadie se acuerda de él como central, tras ganarse la confianza del técnico alemán en el pivote defensivo, aunque también ha llegado a jugar de lateral derecho e incluso izquierdo. Y ahora el central titular del equipo, que acompaña a Pau Cubarsí, es un lateral, reconvertido a central, haciendo el camino contrario de Koundé. Y además lo ha conseguido en un momento tan oportuno como necesario, cuando el equipo se encontraba en un auténtico cul de sac en la posición de central izquierdo. Gerard Martín se ha agarrado con tal fuerza a esta nueva posición, que parece que ha jugado toda la vida ahí. El tiempo dirá si estamos ante un nuevo legado o es solo un espejismo derivado por la necesidad.
Y, como sucede siempre en las peores maldiciones, cuando parece que alguien asoma la cabeza, el destino decide dar un golpe de efecto. El mejor ejemplo fue Iñigo Martínez, que pese a su edad, se había asentado con autoridad como la extensión en el campo de Flick, con una capacidad de liderazgo desbordante. De la noche a la mañana, el vasco hizo las maletas y se marchó tras recibir una oferta irrenunciable por parte de Arabia, dejando al técnico alemán ojiplático y a Deco resignado.
Atrás, por el camino, se han quedado muchos: Lenglet, Umtiti, Vermaelen, Bartra, Song, Christanval, Dehu, Mathieu, Yerry Mina, Cáceres, Petit, Abidal, Fontàs, Milito, Thuram y el caso más sonado de todos, Dimitro Chygrynski, la piedra del zapato de Pep Guardiola durante muchos años.