Alguien debería avisar a los inspectores del Libro Guinness de los récords, porque aquí tenemos un serio aspirante a figurar por demérito propio en la próxima edición, en el apartado de despropósitos.
Por ejemplo, no tiene precedentes que a un partido de Liga del Barça asistan solamente unos 6.000 espectadores. Desde la primera temporada de Liga (1928/29), en el campo de Les Corts y más tarde en el Camp Nou, nunca ha habido menos personas en las gradas de un partido del Barça como local. Hay salvedades, claro, como aquel encuentro ante Las Palmas el día 1 de octubre de 2017, que se jugó a puerta cerrada en la jornada de votación sobre la independencia de Cataluña, que terminó con fuertes cargas policiales y un ambiente en las calles que desaconsejaron la celebración de aquel encuentro con público. También cabe excluir los partidos afectados por el Covid-19. Todos, pues, casos de fuerza mayor, pero nunca por errores y disparates.
El partido ante el Valencia en el Johan Cruyff pasará a la historia del barcelonismo como el de la vergüenza y la humillación, causados por una gestión tan negligente que puede culminar el 1 de octubre, con motivo del encuentro de Champions ante el PSG, porque si la UEFA decide que el Camp Nou no es escenario válido, el partido deberá celebrarse en el Estadi Olímpic de Montjuïc, con lo que el Barça habrá tenido el dudoso honor de haber jugado en tres escenarios diferentes partidos de la misma temporada. Algo que, suponemos, es inédito en el fútbol de alta competición.
El récord mundial de la generosidad está, sin duda, en poder de Laporta, que perdonó a la constructora Limak un millón de euros diario como penalización, recogida por contrato, por el retraso de las obras del Camp Nou. De un millón a cero euros, mientras el club no tiene ingresos suficientes para inscribir sus jugadores ni mantener sus secciones. Va camino de 300 millones de euros perdonados, pero, en este caso, cabe preguntarse: ¿a cambio de qué tanta generosidad y tan poca defensa de los intereses del club?
También se puede catalogar como récord la comisión de 50 millones que le ha pagado Laporta a Darren Dein por hacer de intermediario de un contrato entre un cliente y un proveedor que llevaban 27 años de relación, como son Nike y el Barça.
Otro hito fue, sin duda, que Laporta no dispusiera del dinero necesario para afrontar los avales para ser presidente, y necesitara la ayuda de Jaume Roures y José Elías, y al cabo de un año avalara, conjuntamente con el tesorero Ferran Olivé, 12 millones para poder inscribir a Lewandowski y Koundé.
El caso Olmo y Pau Víctor también constituyó todo un récord, ya que supuso romper los reglamentos de la Liga y ridiculizar al omnipotente Tebas, con el detalle insólito de la ayuda de los poderes públicos, en este caso del Consejo Superior de Deportes, que permitió la inscripción de ambos jugadores una semana más tarde de haber vencido el plazo reglamentario, algo sin precedentes.
Contratar hasta cuatro firmas auditoras en cuatro años de mandato es también digno del Guinness y en este caso han influido los sapos que han tenido que tragarse los encargados de verificar y validar las cuentas. Comenzó con una de las big four mundiales, Ernst & Young, hasta julio de 2022. Fueron demasiado rigurosos. Se bajaron unos peldaños con Grant Thornton, que duró tres temporadas. En la última, obligó a cerrar el ejercicio con 91 millones de pérdidas y recibió a cambio una patada en el trasero. Crowe Global Auditores es la actual. Pero antes de ésta, hubo una cuarta, Abauding Auditores, para un trabajo puntual, como fue colar un certificado ante la LFP sobre la bondad de los asientos VIP en un intento de cerrar el ejercicio 2024/25 con beneficios.
Otros récords negativos a nivel de club es haber cerrado cuatro ejercicios con el patrimonio neto negativo; el haber recibido una multa de 60 millones de la UEFA por dicho motivo, de los cuales 15 ya se han pagado; el haber mentido tropecientas veces sobre el retorno al Camp Nou; el haber triplicado los emolumentos de Negreira sin justificación alguna; el haber ofrecido a los estafados por el caso Reus ser resarcidos con dinero del club (según los perjudicados) y un largo etcétera que haría interminable la relación.
La pega principal es que la editorial del Libro de los Récords no paga a quien aporta un récord homologado y verificado. Caso contrario, el Barça habría superado su crisis económica, que va por el quinto año consecutivo. De todas formas, si los editores tuvieran el detalle de enviar al club un buen lote de su patrocinador, la cerveza irlandesa Guinness, a cambio de reemitirles la cantidad de barrabasadas de récord que se han cometido, ayudarían a mantener oronda la tripa de quien yo me sé. Que no es poco.