El juego de la silla es un clásico de nuestra infancia. Los participantes dan vueltas en torno a un número de sillas inferior al total de jugadores. Es decir, hay una silla menos que participantes. Si juegan 10 personas, solamente habrá nueve sillas. Los jugadores dan vueltas alrededor de las sillas mientras suena una canción. En cuanto se detiene la música, hay que tomar asiento en cualquiera de las sillas. El que se queda de pie, sin silla, termina eliminado. Se quita una silla y el juego continúa hasta que queda una sola silla, dos finalistas y, a la postre, un ganador.
Joan Laporta, un imaginativo dirigente acostumbrado a vivir en el alambre y a tomar decisiones bajo presión, ha sido capaz de reinventar el juego de la silla a gran escala. Su formidable capacidad de superación le ha llevado a un grado de supervivencia tan elevado que se ha permitido jugar a las sillas con el estadio del Barça. Optó por no renovar el acuerdo con B:SM por el Lluís Companys el pasado verano, aún cuando todo el mundo sabía que podía ser muy necesario, decidió vender por activa y por pasiva que el regreso al Camp Nou se iba a producir para el Gamper del 10 de agosto y, finalmente, llegamos a la primera jornada oficial de Liga en casa sin el uno y sin el otro.
El Barça ha estado muy cerca de quedarse sin silla en un juego tenebroso que genera incomodidades constantes a los socios del Barça y que penaliza gravemente los ingresos del club. Tan al límite va el presidente azulgrana que, incluso la desesperada opción del Johan Cruyff ha sido aceptada por los pelos. El estadio del filial no cumplía con los requisitos oficiales establecidos por la Liga --por ejemplo, el aforo, de 6.000 personas, está por debajo de los 8.000 exigidos como mínimo-- y la autorización definitiva de la patronal española ha llegado a tan solo cuatro días del partido.
Lo más esperpéntico del caso es que el Barça hizo el anuncio de jugar en el Johan Cruyff el martes por la tarde y la validación definitiva de la Liga no llegó hasta el miércoles al mediodía. Una vez más, jugando con fuego. ¿Se imaginan lo que habría pasado si el Barça lo anuncia y al día siguiente la Liga lo deniega?
El Barça-Valencia se jugará en el Johan Cruyff en unas condiciones muy precarias para un club como el FC Barcelona. Ante solo 6.000 aficionados, sin permitir acceso a la hinchada visitante por falta de aforo y, encima, cobrando entrada a los socios que se apunten al sorteo. Entre 42 y 78 euros, que significa el triple, como mínimo, de lo que costaría cualquier partido incluido en el abono de temporada.
Se quedarán sin silla más de 130.000 socios del Barça y todos los aficionados del Valencia. En cambio, se espera la presencia de turistas en los 475 asientos Vip vendidos a New Era Visionary Group y Forta Advisors. Pero no estarán en sillas, sino en acolchadas butacas de visión privilegiada. Laporta también tendrá su asiento reservado en Sant Joan Despí, el primer municipio que acogerá un partido oficial del Barça como local fuera de Barcelona.