Una de las frases que Joan Laporta ha acuñado para defender su gestión es aquella que asegura que está luchando “contra todo y contra todos”, un populismo que refleja, según él, los obstáculos que ha tenido y tiene que superar debido a los disparates que ha cometido y está cometiendo.
Obvió en esa frase incluirse en este “contra todos”, porque más de cuatro años y medio después de tomar posesión, mantiene al Barça en una situación de zozobra permanente, que es la consecuencia de sus maquinaciones, engaños, mentiras, trampas y picardías diversas, que han propiciado situaciones inéditas en los 125 años de historia del club. Ahora mismo, por ejemplo, no se sabe en qué campo jugará Liga y Champions, tampoco puede inscribir jugadores si no lo avalan los directivos, mantiene a los socios en la inopia, genera comisiones obscenas, ha perdido cualificados profesionales de la gestión, tiene a su excuñado ejerciendo de mandamás sin ser directivo votado, hunde unas secciones con éxito, se han perdido más de 200 millones en la aventura de Montjuïc, etc.
Todo este batiburrillo ha propiciado que los socios y seguidores se hayan enterado de que existen el Fair Play financiero y la regla del 1:1, normas desconocidas durante las gestiones de Rosell y Bartomeu, porque ambos mantuvieron al club al albur de los vaivenes económicos. Por cierto, cabe puntualizar aquí que Bartomeu cerró sus ejercicios con superávit, como demuestra el hecho de que Laporta no pudo presentarle una Acción de Responsabilidad, que se ejerce a quien cierra una gestión con número rojos y se le reclaman las pérdidas, como le ocurrió al propio Laporta en 2010, consecuencia de una primera gestión negligente.
A su llegada en marzo de 2021, Laporta cometió dos errores que aún se arrastran: devaluar en el balance los activos del club, plantilla incluida, y pedir un crédito de más de 500 millones a Goldman Sachs. Todo un alarde de inconsciencia para comenzar la fiesta, cuando el club arrastraba las penurias del cierre de 16 meses debido al Covid-19. No debe extrañar que el vicepresidente económico, Jaume Giró saliera por piernas a la semana de entrar en la directiva y que medio año después el CEO Ferran Reverter hiciera la mismo. Fueron los primeros de una larga lista de reputados gestores que no han querido ser colaboradores del desbarajuste.
Ahora cuatro años y medio después, tras vender el 25% de los derechos de TV de la Liga a Sixth Street y tras una sucesión de activos ful, presentados como “palancas salvadoras”, como Barça Vision, a Laporta no le llega la camisa al cuerpo pensando que puede repetir otro ejercicio con pérdidas. Esa angustia proviene de que el auditor Crowe Global no considera como activo el último invento, que son los 475 asientos Vip, cuya gestión ha vendido por 100 millones durante 30 años. De dicha cantidad no se ha cubierto ni la mitad y, en el mejor de los casos, se trata de un activo que se ha de periodificar a razón de 3,3 millones anuales. Y no solo eso, sino que, si se confirman las pérdidas (porque el auditor no se traga el sapo citado), la UEFA puede hacer efectiva la multa de 60 millones (15 de los cuales ya ha pagado por las irregularidades del ejercicio 23-24) porque aumentará el patrimonio neto negativo en el balance, cuando debiera reducirse en un 10% como mínimo. De eso, el club ya estaba advertido, según se refleja en la página 8 de la última auditoría, la del ejercicio 23-24, que se cerró con más de 90 millones de pérdidas.
En estos momentos, a la caótica gestión económica se ha añadido otro caos no menos importante, cuál es no disponer de campo donde jugar Liga y Champions, porque las obras del Camp Nou no son compatibles con la presencia de aficionados por razones de seguridad. El pecado de Laporta fue mortal de necesidad. Despreció el proyecto inicial de los japoneses de Nikken Sekkei, que no contemplaba el exilio de Montjuïc, sino hacer las obras por etapas durante cuatro inviernos y tres veranos, y confió el proyecto a una empresa turca que ha incumplido todos los plazos y ha sido generosamente perdonada de pagar un millón por cada día de demora. ¿A cambio de qué?
En esta recta final de 2025, Laporta deberá afrontar el juicio del caso Reus, en el que colaboró activamente a su desaparición; la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Olmo, que puede jugar por una inédita decisión política del CSD; el resultado de la auditoría y una Assemblea General Ordinària, que intentará colar una vez más como telemática a fin de esconder sus vergüenzas.
Laporta se ha refugiado siempre en la “herencia nefasta” para justificar sus desmanes. No fue tal, como hemos explicado, y cabe añadir en el haber de Bartomeu a los jugadores de la Masía que se incorporaron al fútbol base durante su mandato y que ahora están triunfando en el primer equipo a coste cero.
Que nadie se llame a engaño. Si no se pueden inscribir jugadores por falta de ingresos (o disminución de gastos) es por culpa de los errores, no forzados, de Laporta. Por ejemplo, si sumamos a los 50 millones que se han pagado a Darren Dein por intermediar en el nuevo contrato de Nike (un cliente del Barça desde hace 27 años), los 16 millones que perdonó a Neymar en una demanda que el club tenía ganada en los tribunales, los 15,7 millones de multas que le ha impuesto la UEFA por su negligente gestión económica y, si bien no un millón al día de multa a la constructora Limak, sí al menos la mitad, ahora habría en caja más de 150 millones para afrontar cualquier imprevisto y/o cumplir con leyes y reglamentos sin apuros ni tragicomedias absurdas.
Laporta no lucha contra todo y contra todos. Es el Barça el que lucha contra Laporta para sobrevivir con dignidad. En estos momentos, el equipo que dirige Hansi Flick es lo único que funciona, lo que lo tapa todo y lo que mantiene anestesiada a la masa social.