Ante la imposibilidad de jugar en el nuevo Camp Nou, el FC Barcelona ha encontrado la solución puntual de disputar el torneo Joan Gamper en el estadio Johan Cruyff, que está dentro de las instalaciones de la Ciutat Esportiva y cuenta con un aforo de 6.000 personas. Una decisión que, dentro de lo que cabe, fue aceptada por el grueso de la masa social, consciente de los problemas del FC Barcelona para acabar con la primera fase de las obras, que permitiría la apertura parcial del estadio. El Gamper, además, se ha convertido en los últimos años en un cebo para los turistas, por encima de su propósito inicial: la presentación oficial del equipo a su afición. Bajo este contexto, el cambio de escenario apenas ha tenido mayor impacto entre los socios.
Sin embargo, como adelantó Culemanía hace dos semanas y confirmó Catalunya Ràdio desveló que el club presidido por Joan Laporta no descarta empezar LaLiga en el estadio Johan Cruyff si finalmente no obtiene los permisos del Ajuntament. Aquí el club ya ha 'pinchado' hueso: se trata de una solución inaceptable por parte de la mayoría de aficionados. Primero, porque plantear un aforo de 6.000 personas en un partido oficial del FC Barcelona es simplemente un insulto -solo podría entrar el 6% de los abonados que cuenta el Barcelona- y segundo, porque una vez más la imagen del club quedaría expuesta por un error de gestión y previsión.
Al socio tampoco le hace mucha gracia volver al Estadio Montjuïc y menos cuando el club ya se despidió del recinto de forma oficial, en un anuncio que ha dado la vuelta al mundo para escarnio del culé. En todo caso, cuentan que el club ha sondeado jugar el primer partido de LaLiga (Barcelona-Valencia) en el Estadio Lluís Companys, pero el Ajuntament ha frenado el impulso, recordando que para las fechas que se jugaría el partido contra el equipo, 13 o 14 de septiembre, hay previstos varios conciertos en el recinto.
Veremos cómo acaba resolviendo el club este entuerto. Por ahora, el Camp Nou se está convirtiendo en el talón de Aquiles de Laporta. El dirigente blaugrana siempre ha salido airoso, con más o menos agobios, de todos los envites que se le han cruzado por el camino, menos cuando ha aparecido el estadio por el horizonte: recogió cable tras prometer que el club volvería el 25 de noviembre del 2024 coincidiendo con el 125 aniversario de la fundación del club, se desdijo cuando desveló que el club ejecutaría una cláusula de un millón por día de retraso y ha tenido que echarse atrás de nuevo tras su 'fiasco' en el torneo Joan Gamper, con anuncio oficial incluido.
Lo que no podrá evitar Laporta, en el caso de que se juegue el partido ante el Valencia en el estadio Johan Cruyff es la sensación de falta de rigor y compromiso con los socios. Dejar 'tirados' a más de 85.000 abonados, que no podrían entrar en el campo, no es precisamente la mejor forma de dar 'pistoletazo' al año electoral.