Hasta ahora, quien se ha llevado las responsabilidades de atacar el entorno más directo de la joven promesa Lamine Yamal es su padre. Es evidente que este señor, con los altercados que han trascendido a la opinión pública, ayuda a hacerse una idea de la complicada situación con la que se puede definir su vida. Por todo ello, el Barcelona, como club, ha sido astuto y le ha proporcionado un piso en Sant Joan Despí, lejos de su Mataró. Pero esto ya es agua pasada.
Si nos centramos en el ego mediático, la ostentación y el materialismo imperante que proyecta Lamine Yamal, esto recae en la responsabilidad de su madre. E, igual que hago con la otra parte, tampoco citaré su nombre porque esto no es lo importante de la noticia. El problema no es la fiesta de los 18 años de Lamine, el problema es el collar de oro que lucía su madre una semana antes o los dos últimos años ininterrumpidos de exigencias de imagen que impone a cada persona que trata con su hijo: maquilladores, estilistas, asesoras de imagen, entre otros. Nada puede hacer el chico sin las advertencias previas de su madre a todos los profesionales con un "asegúrate que quede guapo" o una evaluación posterior al milímetro que friega la educación y ética que todos los trabajadores nos merecemos.
Esta nube de exigencias y obsesión por la imagen ha calado a Lamine hasta tal punto, que ya no hay un retorno posible para un chico tan joven, tan bueno y con tanto dinero.
La gestión y la reorientación pasan, de forma relativa, por la responsabilidad del club. Del mismo modo que se cargaron, en su día, a Ronaldinho para no manchar la carrera de Messi, ahora también el Barcelona puede ser tajante con algunas conductas. El problema es que es un entorno familiar y demasiado directo para romper por lo sano. Se deberá tener maña y mucha paciencia. E, insisto, especialmente con su madre, que todavía no se lo cree.
A propósito de la fiesta. A mí que invite a quien quiera. Si nos basamos en ser guardianes de una moralidad estricta, el actual Gobierno español también puede investigar las exigencias físicas que tenían que pasar las mujeres o reproducir una pistola en un pastel. El mundo se derrumba, mientras ponemos el foco en auténticas chorradas que no van al fondo de la cuestión. El problema no es la fiesta de su aniversario en el mes de julio y después de la competición, el problema son las fiestas que Lamine ya lleva acumuladas siendo menor de edad y en semanas donde se jugaba un pase a finales de Champions.