La exclusiva de Culemanía que ha dado la vuelta al mundo —el Barça ha liquidado toda su deuda con Messi— es una muestra más de la recuperación económica del club. Laporta tuvo que dejar ir al más grande, víctima de la herencia financiera recibida. Cuatro años después de su traumática salida, el Barça ha liquidado la última letra que todavía adeudaba al argentino y respira aliviado por deshacerse de una mochila muy pesada, pesadísima: los salarios mastodónticos del anterior mandato.
Cuando Laporta asumió la presidencia, se encontró con una plantilla cuyos sueldos superaban los ingresos anuales del club. Los salarios de los jugadores representaban el 108 % del presupuesto, un escenario que convertía al Barça en una entidad quebrada. Cuatro años después, la masa salarial se ha reducido a 472 millones de euros (2024), lo que equivale al 62 % del presupuesto.
Según el último informe de Morningstar, la auditora de crédito del Barça, se prevé que a partir de 2027, con el Camp Nou plenamente operativo, los ingresos superen los 1.100 millones de euros y que los salarios asciendan a 600 millones. Esto permitiría estabilizar el coste de la primera plantilla en torno al 55 % del balance.
Hoy, el Barça cuenta con una plantilla más joven, más valiosa y más barata que hace cuatro años. Los jóvenes hambrientos de la Masía han sustituido a una generación brillante pero caduca, devolviéndole al equipo la competitividad perdida en los últimos años de la era Bartomeu. Solo quedan de aquel equipo Ter Stegen —que renovó hace una temporada para adecuar su salario— y Frenkie de Jong, que está a punto de firmar una prolongación de contrato idéntica a la del alemán, lo que permitirá al Barcelona seguir aliviando la escala salarial.
A esto se suman las operaciones deportivas que, en este ejercicio, han dejado más de 30 millones de euros en caja, además de las salidas de Lenglet y Ansu Fati, descartes que liberan fair play para inscribir a nuevos jugadores. El Barça no está aún en la regla 1:1, pero la situación actual es mucho mejor que la del año pasado, cuando las inscripciones de Íñigo Martínez, Dani Olmo y Pau Víctor se dieron casi de milagro.
Por eso, el club no quiere arriesgarse a firmar cláusulas liberatorias como la de Dani Olmo para fichar a Nico Williams. Si el futbolista desea jugar en el Barça —como ha expresado en las últimas semanas— deberá confiar en la palabra del club, que trabaja para que pueda compartir vestuario en el Camp Nou con su amigo Lamine Yamal. ¿Qué mejor garantía se le puede dar a alguien que pagar 60 millones para ficharle?
Es innegable que la realidad del Barça ha cambiado mucho en el último año. El club ha firmado un acuerdo faraónico con Nike y cerrará el ejercicio económico con beneficios. Ha renovado e inscrito a un bloque ganador, ha racionalizado sus gastos y está a punto de culminar la primera fase de las obras del Camp Nou, que será la gran fuente de ingresos de la próxima década. Además, para avanzar hacia la normalización del fair play financiero, ha vendido casi 500 asientos VIP por un valor de 100 millones de euros, que se reflejarán en la auditoría de final de curso.
Aún queda trabajo por hacer, pero la recuperación económica del Barça ya navega a velocidad de crucero. El último pago a Messi demuestra que hay tierra a la vista. La depresión que supuso su marcha queda cada vez más lejos, y con esta última cuota se cierra una etapa de penuria en la historia del club. La bonanza plena llegará cuando el nuevo Camp Nou acoja el regreso a casa de su gran figura. Ahora que ya no hay deudas, nos lo debemos.