Ante las supuestas ofertas por Raphinha, el Barça se encuentra ante un dilema tan incómodo como inevitable. Hablamos de un futbolista querido por la afición, que ha completado su mejor temporada con la camiseta azulgrana, desequilibrante, comprometido y decisivo. Pero también hablamos de un club con una economía todavía muy tocada, limitado por el Fair Play financiero y sin mucho margen para inscribir a los refuerzos si no se desprende antes de activos importantes.

Es aquí donde hace falta un ejercicio de frialdad y responsabilidad. Por mucho que nos cueste admitirlo, Raphinha difícilmente volverá a ofrecer un rendimiento como el de este año. No es un jugador generacional, ni un pilar insustituible. Si llega una oferta convincente y superior a los 80 millones de euros, el Barça está dispuesto a vender. Así se lo comunicó ya Deco a Flick.

Aferrarse a jugadores por lo que han sido y no por lo que pueden ofrecer --como ha ocurrido con Ter Stegen-- ha sido un error recurrente del club en tiempos recientes. Ahora toca actuar con inteligencia y visión de futuro. Vender a Raphinha no sería una derrota, sería doloroso pero sería dar un paso necesario para reconstruir un proyecto competitivo y sostenible. Con agradecimiento, pero también con convicción, una buena venta de Raphinha podría permitir la inscripción de Joan García y Nico Williams.

Joan no es ningún villano

El fichaje de Joan García por el Barça ha vuelto a avivar una hoguera que nunca se apaga: la tensión emocional entre el Espanyol y su eterno rival. La reacción de una parte de la afición blanquiazul ha sido tan previsible como desmesurada, al pintar a Joan García como el gran traidor de un relato que no debería sorprender a nadie. Esta película es demasiado antigua y con un guion previsible, donde el Espanyol interpreta el papel de víctima y el Barça, que ha pagado los 25 millones, es el malvado oponente.

Es legítimo sentirse decepcionado cuando un jugador formado en casa hace las maletas rumbo al vecino más poderoso. Pero cargarlo de odio y convertirlo en un enemigo público dice mucho más del discurso tóxico que de la decisión de un joven que quiere crecer deportivamente. Aún más, esta respuesta visceral refleja una verdad incómoda: el resentimiento que muchos de los periquitos tienen por inercia contra un Barça que, por su parte, observa con indiferencia esta rivalidad.

Los aficionados del Espanyol han visto marcharse a sus futbolistas antes y también han recibido a algunos que ya habían vestido de blaugrana. Pero cuando el camino es a la inversa, el discurso cambia y, con él, la coherencia. Joan García no es ningún héroe ni ningún traidor: es un profesional que busca lo mejor para su carrera.

Un 'bluff' de Mundial

El nuevo Mundial de Clubes ya ha comenzado y con los primeros partidos sobre el césped, también han llegado las primeras impresiones y confirmaciones. Como muchos auguraban, el torneo está dejando al descubierto una diferencia evidente entre los equipos participantes, especialmente en la fase de grupos, donde la desigualdad es demasiado clara como para pasarla por alto.

Pese al tropiezo del Real Madrid ante el Al-Hilal, los grandes equipos de Europa, vuelven a partir como favoritos y han dejado en evidencia a algunos de los tapados del torneo. De hecho, no sería exagerado decir que este Mundial de Clubes es, ahora mismo, una especie de Champions League de pretemporada que se juega en Estados Unidos.

Los horarios, los equipos, el calendario, todo mal. La idea de un torneo global, con representación de todas las confederaciones, podía sonar atractiva sobre el papel. Sin embargo, la realidad se está imponiendo de manera contundente: el formato no convence a nadie y está lejos de llegar a convertirse en un torneo de prestigio.