"Si ganamos, subimos a Segunda División. ¡Necesitamos la ayuda de todos los que desee venir a apoyar al equipo! Me encargaré personalmente de todo el coste. Si no sois de Andorra y queréis venir, ¡apúntate también! Buscaremos la forma de organizar autocares de otras ciudades si es necesario. Sé que es una locura, pero un fin de semana en Ponferrada muela". Con este texto, Gerard Piqué se dirige a los aficionados de su Andorra para llenar de seguidores el partido en Ponferrada que les puede dar la aspiración de un ascenso cuestionado desde el inicio.

Pero lo más increíble de todo es que, en el mismo momento en que se compromete a pagar personalmente de su bolsillo los costes para el desplazamiento de quien lo necesite, adjunta una información con el precio de los 50 euros del bus con la entrada y de los 15 euros si es solo pagar la entrada. Surrealismo en estado puro. El egocentrismo del pobre Gerard es tan grande, pese a escribir sus días más tristes como empresario, que sigue tirando de pretensiones propias de un millonario, mientras que te invita a pagarle la fiesta.

El Andorra está cuestionado por los mismos seguidores, el mismo gobierno del principado, sin una buena cancha como sí ocurre con el baloncesto de este país y con enemistades de otros equipos por ver el trato de favoritismo que utilizó al principio para escalar méritos que todavía no había conseguido. Salvando las distancias, este ego personalista se parece al de Ronaldo con su Valladolid: clubes sin rumbo, defenestrados y donde entran y salen místers y jugadores al antojo de sus presidentes.

Pero todas estas exuberancias caen como un castillo de naipes cuando vas al fondo de la cuestión. Cuando rascas un poco y una descubre que los coordinadores que llevan a los chavales del Andorra no cobran ni un duro, cuando los técnicos que empezaron con este proyecto costeaban incluso los bocadillos de los jugadores porque el club no daba ni una loncha de salami y cuando el rédito económico de todo este proyecto es de cero. Y lo único que al final una plantea es si todo ello no es una gran capa de humo para potenciar el atractivo fiscal que tiene apostar por negocios radicados en este Principado.