Entiendo la frustración, la rabia y el cabreo enorme de la afición del Espanyol. Es difícil ser del Espanyol en Barcelona. Ellos mismos se catalogan como una maravillosa minoría en una ciudad dominada por el azulgrana. La rivalidad se vive más intensamente desde la casa perica que desde la culé y el sentimiento de traición que impera entre la parroquia blanquiazul es de lo más normal: los sentimientos son la gasolina del negocio (legal) más lucrativo del mundo.

Pero Joan García es un profesional del fútbol y la mejor opción para su carrera era aceptar la propuesta del Barcelona. Existen pocas propuestas tan atractivas hoy en día en el panorama mundial.

 A nivel deportivo, el club ha logrado una reconstrucción que le ha llevado al primer escalafón del fútbol europeo, con un equipo joven y conformado para competir por la Champions en los próximos años. Además, jugar con Lamine Yamal, candidato a Balón de Oro con diecisiete años, es un gran reclamo para cualquier compañero de profesión.A nivel económico, el Barcelona es uno de los clubes que mejores salarios ofrece en el mundo y multiplicará el sueldo que el arquero percibía en su antiguo club. A nivel familiar, además, se enrola en un proyecto ganador sin tener que hacer las maletas, ni cambiar de ciudad, ni de país, ni cambiar ni un ápice de su día a día. Se trata de un gigantesco paso adelante en su carrera sin dejar atrás a su familia ni a sus amigos, algo importante para un joven de 24 años.

 Por todo ello, no se puede comparar, como ya han hecho algunos, el caso de Joan García con el caso de Luís Figo. El portugués se fue a un club que luchaba por los mismos objetivos deportivos que el Barcelona. Figo ya optaba al Balón de Oro antes de firmar por el Madrid, por lo tanto, aquel cambio de equipo no se trataba de un gran paso adelante en su carrera.

 Además, Luís Figo utilizó al Madrid, en una carrera electoral a la presidencia, para sacar más dinero del Barcelona, algo que nunca ha hecho Joan García. El portero dejará 25 millones de euros en la caja perica y siempre ha tenido claro que quería salir bien de Cornellà.

 Lo que tampoco ha hecho Joan García es decir, dos días antes de fichar por el rival, que quería quedarse en el Espanyol. Todavía escuecen entre los culés las portadas de Figo en el diario SPORT con el gran periodista Toni Frieros, asegurando que nunca se iría al Real Madrid.

 Por supuesto, nunca veremos a Joan García cantando desde el balcón de la Plaza Sant Jaume contra el Barcelona, como sí hizo Figo (“Blancos, llorones, feliciten a los campeones”), porque cuando era un niño, Joan García era culé. Durante nueve años, el portero ha demostrado una dedicación y profesionalidad intachable hacia el club que le ha convertido en el futbolista que es.

 Joan García da un paso adelante evidente en su carrera. Pasa de salvar un equipo del descenso a defender la portería de un aspirante a la Champions. El salto de calidad es evidente y la mejor propuesta profesional que tenía sobre la mesa es la del Barcelona. Su educación y respeto hacia el Espanyol ha sido exquisita en todo el proceso. El fútbol a veces duele, la frustración es entendible, pero no se puede comparar a Joan García con Figo.

 Alguien no hizo bien su trabajo

El Barça tuvo a Joan García en el radar para el fútbol base. El entonces ojeador del club, Carles López, en la temporada 2017/2018, hizo un informe para incorporarle tras verle en un partido entre la UE Sants y el Juvenil B del Espanyol. “Fue amor a primera vista”, explica. Se descartó su fichaje por el juego de pies.

 Siete años después el Barcelona se gastará 25 millones. Un portero de Sallent, que apunta a portero de la Selección Española, debería estar en la Masía y no en la cantera perica. Es una pequeña mácula en una trayectoria de scouting excelente del fútbol base del Barça, pero que se debe revisar.