Cuando Joan Laporta volvió a la presidencia del Barça, muchos lo miraban con escepticismo. La herencia era pesada: una economía en ruinas, un equipo desorientado y una institución al borde del colapso. Pero Laporta, fiel a su estilo indomable, no solo ha resistido las tempestades, sino que también ha logrado cambiar el rumbo barco.

Hoy, el Barça vuelve a ocupar el lugar que le corresponde, a base de títulos y un fútbol que enamora al mundo. Es cierto que ha habido momentos difíciles, en los que la sensación era la de un presidente atrapado en un callejón sin salida. Pero, como ya hizo en su primera etapa, Laporta y su junta han sabido poner luz en la oscuridad. Lo han hecho con decisiones valientes, confiando en el talento de la Masía, dando plenos poderes a un entrenador liberado de condicionantes externos y apostando por un modelo deportivo coherente y fiel a la identidad del club.

Además tampoco podemos pasar por alto que ha sacado adelante una de las obras más ambiciosas de la historia azulgrana: un nuevo Camp Nou que, cuando abra sus puertas, será la columna vertebral del futuro económico y social del club.

Laporta aún tiene muchas cosas que mejorar, como todo el mundo, pero una vez más ha hecho callar a los más críticos con hechos y palabras. El Barça ha recuperado el orgullo, la competitividad y la ilusión. Y eso, principalmente, es mérito de su presidente.

Lo mejor aún está por llegar

La renovación de Hansi Flick hasta 2027 es una noticia que el barcelonismo ha recibido con alegría en el presente y esperanza de futuro. En tan solo una temporada, el técnico alemán ha logrado lo que parecía impensable hace apenas un año: ganar tres títulos —Liga, Copa y Supercopa—, dominar el clásico con cuatro victorias contra el Real Madrid y, sobre todo, hacerlo con un estilo fiel al ADN Barça y con una plantilla joven repleta de talento de la Masía.

Flick ha demostrado ser mucho más que un entrenador. Ha sido un gestor inteligente, un líder discreto y un estratega meticuloso. Ha sabido dar confianza a los jóvenes como Lamine Yamal, Cubarsí o Pedri, y también hacer crecer a los veteranos como Raphinha y De Jong para construir un bloque sólido, intenso y ambicioso. Su Barça juega con LAS ideas claras, con una presión alta impecable y una salida de balón trabajada que recuerda a las mejores versiones del club.

Pero quizá, lo más importante de todo, es que ha devuelto la ilusión al culé. Con Flick, el proyecto tiene continuidad, sentido y futuro. Su renovación hasta 2027 no es solo un premio por los éxitos inmediatos, sino una apuesta firme por consolidar un ciclo ganador con una base joven y de casa.

Hansi Flick ha sembrado el camino. Ahora toca recoger los frutos. Lo mejor aún está por llegar.

Este Raphinha es intocable

La renovación de Raphinha también ha sido más que merecida. El brasileño, que esta temporada ha dado un paso de gigante, se ha convertido en mucho más que un extremo desequilibrante. Se ha transformado en un líder, dentro y fuera del terreno de juego, y ha asumido el brazalete de capitán con responsabilidad y carácter.

Sus números han hablado por sí solos. Ha marcado goles decisivos y dado asistencias en momentos clave. Raphinha ha tenido una regularidad que lo ha situado como uno de los favoritos para el Balón de Oro, pero, más allá de las estadísticas, también ha sido el alma y el motor de un Barça que iba justo de referentes. Su compromiso, la conexión con la afición y el peso que ha ganado dentro del vestuario lo han convertido en intransferible.

Su renovación es un premio que se ha ganado a pulso, pero también representa ahora otro gran reto: mantener este rendimiento a un nivel casi perfecto. La gran pregunta es si podrá hacerlo o incluso superarlo. Pues yo creo que sí, porque si algo ha demostrado Raphinha, es que le sobra talento y que nunca se esconde.