Se ha convertido prácticamente en una tradición, en las últimas décadas dentro del vestuario del Barcelona, intentar descubrir la figura del topo, aquella persona que se dedica, presumiblemente, a filtrar lo que pasa dentro de esas cuatro paredes sagradas, generalmente con aviesas intenciones, o al menos así lo creen en el club, con el objetivo prioritario de generar discordia y malmeter dentro del grupo.

El primero en convertir la búsqueda del topo en prácticamente una obsesión fue Louis van Gaal. Su cruzada llegó a tal punto que hasta una empresa de detectives se encargó de rastrear el vestuario blaugrana en búsqueda de micrófonos, con resultados tan estériles como infructuosos. Gente como Luis Enrique, Pep Guardiola y el propio Xavi, entonces jugadores, recogieron muy pronto el guante, aunque cada uno con un talante bien distinto.

Mientras que Pep llegó a darle una vuelta de tuerca a la situación, rodeándose de una pléyade de periodistas afines para minimizar los efectos colaterales del temible topo, Lucho se embarcó en una batalla cruenta contra los medios de comunicación, viendo enemigos hasta en las solapas. El clímax, en todo caso, llegó con Xavi, donde tras dos años de calma chicha, se ofuscó en su afán de buscar el topo, alentado por gente de su entorno, a la vez que pasaba facturas a más de un periodista en las ruedas de prensa.

Hansi Flick, igual que Frank Rijkaard o Ernesto Valverde, es mucho más tolerante en este sentido. El técnico alemán, quizás espoleado por sus escasos conocimientos del entorno y del idioma, ha sabido moverse entre aguas pantanosas con gran habilidad y sin pisar nunca un charco, saliendo siempre más limpio que una patena.

Pero eso no quiere decir que esta temporada se haya puesto punto y final a la búsqueda del topo. Más bien todo lo contrario, ha habido una caza de brujas en toda regla, con un ensañamiento del club hacia algunas personas del vestuario, señalándolas claramente como los responsables de las filtraciones. Los acusados han sido los responsables de prensa del primer equipo, que han dejado de viajar con los jugadores, de pisar el vestuario y de comer con la plantilla. Como si fueran prácticamente unos apestados, ejercen sus funciones y se marchan.

No seré yo el abogado del diablo de estos profesionales --he de reconocer que no tengo especial afinidad con los actuales--, pero pensar que son los topos del vestuario es desconocer absolutamente cómo funciona este mundillo de desinformaciones y secretos revelados. De hecho, estar en la primera línea de fuego les incapacita para asumir ese rol de filtrador: son siempre el eslabón más fácil para romper de la cadena. Pensar que, porque conocen al periodista de turno, le van a filtrar todo lo que pasa dentro del vestuario es de una superficialidad tan simple como infantiloide.

No sabemos si la próxima temporada se mantendrá esta absurda norma de dejar fuera del día a día a los responsables de comunicación del primer equipo, o se implementará aún más, afectando a otros profesionales, como fisioterapeutas, utilleros, médicos, delegados, preparadores físicos, o incluso, por qué no, a algún jugador que tenga a un representante, o a alguien de su entorno con la mecha corta para cantar.

Sea como fuere, el topo seguirá oculto, sin hacer ruido, atento a todos los movimientos y esperando para asomar la cabeza y seguir malmetiendo o desinformando, entretejiendo una red con otras toperas y apretando los dientes cada vez que el Barça tiene un éxito. Aunque puestos a especular yo prefiero quedarme con Topo Gigio como el autor de las filtraciones; sí, esa marioneta italiana en forma de ratón que hasta se atrevió a representar a su país en los votos en Eurovisión...