Después de 36 jornadas ya podemos gritar a los cuatro vientos: ¡el Barça es campeón de Liga! El título más importante de la temporada, el de la regularidad que le acredita como el mejor, con un equipo que ha exhibido un juego fantástico y no se ha arrugado ante nadie.
Sin duda este curso ha sido de notable alto para los de Hansi Flick, donde únicamente tienen la mancha del mes de noviembre nefasto, pero donde han demostrado saber sobreponerse a las adversidades y donde el técnico alemán ha recuperado a prácticamente todos los jugadores para la causa.
Hace unos meses nadie habría pensado que hoy el Barça habría conseguido la Liga, la Copa y la Supercopa desplegando un juego muy vistoso y atrevido, y donde jugadores como Frenkie De Jong, Eric Garcia, Ferran Torres o Iñigo Martínez serían tan importantes, o debutantes en la categoría como Casadó y Gerard Martín se erigirían como jugadores con los que contar como titulares en el primer equipo.
Posiblemente, nos haya quedado el gusto amargo de no haber recuperado a Ansu Fati y algunas conclusiones sobre posiciones a reforzar, pero el balance de la temporada es altamente positivo y deja construidos los cimientos para el devenir de una nueva era de color blaugrana.
Si algo quedó claro en el clásico de Montjuïc es que esta temporada se ha tenido que ganar contra todo y frente a todos, con un arbitraje que rozó la vergüenza, condicionado por cuestiones ajenas y pendiente de lo que se podía generar, que fue injusto con los blaugranas que, una vez más, remontaron el partido para certificar el título de Liga. Cuatro clásicos ganados en una temporada demuestra la fortaleza y convicción de un equipo muy trabajado y con una hambre voraz, que siente los colores y los defiende a capa y espada.
El broche de oro de los de Flick fue la victoria en Cornellà ante el Espanyol, ensombrecida por las actitudes de algunos jugadores y el técnico blanquiazul señalando a unos jugadores que solo querían celebrar un éxito trabajado desde hace 36 jornadas. Celebrar no es provocar.
Ver a algunos jugadores en bicicleta por la Diagonal para festejar el título con Ferran Torres por la diagonal, las celebraciones en la Ciutat Esportiva Joan Gamper o ver a Casadó en Canaletes nos acercan a la realidad de un equipo que ha creado algo muy especial con sus seguidores, siendo ellos mismos, parte de la misma afición sólo hace unos años.
Al final es cierta la frase de que “solo son niños intentando salvar al club de su vida”, y no solo han conseguido eso, sino que lo han llevado a los altares y con la palabra “equipo” como bandera.
Barcelona y la afición culé demostraron las ganas de festejar conjuntamente el gran éxito de esta temporada en la rúa de este viernes, donde las calles de la capital catalana estaban abarrotadas para celebrar los títulos conseguidos con sus ídolos.
Quizás en estas calles de Barcelona, llenas de niños y niñas contentos por el éxito del club de su vida, se encuentra la nueva generación de futbolistas que, en unos años, llevarán la camiseta blaugrana y celebrarán los éxitos en el Camp Nou. Al fin y al cabo, el gran éxito del Barça es este, ser mucho más que un club de fútbol y ser un sentimiento, que va mucho más allá, se transmite de padres a hijos, cuida el crecimiento de las personas en todos los sentidos, trabaja un modelo perfectamente definido, trabaja, se esfuerza, es exigente y, después, celebra los éxitos con los suyos.
El equipo de Hansi Flick pasa a formar parte de la historia de oro del Barça que, en su 125 aniversario, puede celebrar con orgullo una grandísima temporada, donde si no se ha podido llegar más lejos en Europa es porque no nos han dejado, pero han demostrado que pueden con todo y contra todos.
Y porque el Barça es más que un club y lo hemos vuelto a demostrar, hoy este éxito es de todos aquellos que se quedaron cuando la situación era peor que nunca y no optaron por vías más fáciles como irse a otros equipos de moda. Los sentimientos no se traicionan nunca, se honran.
¡Enhorabuena culers! ¡Que n’aprenguin!