El triplete nacional conseguido por el Barça completa una temporada histórica. El gran hito no debe ser recordado solo por haber conseguido los tres títulos de manera inesperada, sino por haberlo hecho de la forma que más ha enorgullecido al barcelonismo. Realmente, ha sido el triunfo de la humildad culé ante la prepotencia del entorno madridista. La cantera azulgrana se ha impuesto a la cartera blanca. Siguen autoengañándose, tapando que Mbappé ha costado casi 100 millones en forma de prima de fichaje. Los chavales recién salidos de la Masía han dado una auténtica lección de buen fútbol, compromiso y ambición, superando al Madrid galáctico que, con la arrogancia habitual, ya lo habían dado todo por ganado antes de jugar. Lo mismo que hicieron con el Balón de Oro de Vinicius y luego vino el ridículo institucional de ausentarse de la gala FIFA, comportamiento propio del que se cree con la potestad de controlar todos los resultados y que no acepta que haya más gente en el mundo aparte de ellos.

Y no solo ha sido el qué, de ganar el triplete nacional goleando al Real Madrid, sino el cómo. Si a un culé le preguntas la manera idílica en la que le gustaría ganar te respondería que tal y como lo ha hecho el Barça de Flick esta temporada: con un fútbol ofensivo que ofrezca goleadas, que sea divertido de ver, con innovaciones tácticas valientes que sean la admiración del mundo, y que ese plan lo ejecuten chavales jóvenes de la casa, educados y formados con los valores inculcados en la Masía, siendo conscientes desde bien pequeños de la responsabilidad y el honor que supone defender este escudo.

Y que siempre tengan presente que mostrar un compromiso innegociable y un afán absoluto por ganar es la mejor manera de agradecerle y devolverle a esta entidad, que hace mejores a todos, el privilegio que supone formar parte de ella. En los 30 años que llevo como periodista siguiendo la actualidad azulgrana, quizás este sea el Barça que más rápida y fuertemente ha conectado con la afición. Es imposible no identificarte con los valores que transmiten estos chavales que parecen una panda de amiguetes sencillos y terrenales, que quieren cumplir una misión, divirtiéndose y sintiéndose orgullosos de defender estos colores y este escudo, con un comportamiento ejemplar, muy alejado de los lujos y la altanería del prototipo de futbolista moderno que se cree una estrella del rock.

La química de los jugadores azulgranas entonando los cánticos con los mil aficionados que estaban en la ciudad deportiva después de derrotar al Espanyol, la presencia de Marc Casadó en Canaletes, (en los 30 años que llevo de periodista no recuerdo a ningún otro futbolista del Barça metiéndose en medio de la multitud), o el episodio de Iñigo Martínez, Olmo, Casadó y Pedri cogiendo el Bicing de madrugada para ir a visitar a su compañero, Ferran Torres, ingresado en el hospital no son simples anécdotas.

La celebración tan sentida pero a la vez tan correcta en la multitudinaria rúa, sin el despiporre de alcohol y de gestos engreídos de otras veces, son escenas que demuestran que estos futbolistas quieren vivir en el mismo nivel que el ciudadano normal y eso te reconcilia con el fútbol de antes, el auténtico, el real, en el que los futbolistas sabían que jugaban para la gente, y que se ha ido perdiendo y pervirtiendo por aquellos que lo quieren convertir en un negocio impersonal, en un show exclusivo, solo para VIPS.

El comportamiento de Flick merece un capítulo aparte. Nos ha encandilado su saber estar, su sentido común, su modestia, su serenidad, su discurso lleno de sensatez. Sin darse importancia. Y eso es muy difícil de cumplir en un entorno muy dado a endiosar. Su contratación ha sido el gran acierto de Laporta y de su comisión deportiva. Al presidente le ha faltado la generosidad que sí ha tenido Deco. El portugués agradeció y reconoció el trabajo de Jordi Cruyff y Mateu Alemany, que ha sido clave para formar este proyecto, y la contribución de Xavi Hernández, que también ganó una liga, una Supercopa e hizo debutar a Lamine, Cubarsí y Fermín. No hubiera estado mal que Laporta también hubiera elogiado el trabajo de los responsables del fútbol base, Jordi Roura y Aureli Altimira, a los que despidió al llegar a la presidencia, y que en la última década sembraron los frutos que él ahora ha recogido gracias a que acertaron captando y formando a esta magnífica generación de canteranos con Lamine Yamal, Cubarsí, Balde, Fermín o Gavi a la cabeza.

Al final, resulta que la herencia recibida ha sido magnífica si tenemos en cuenta que estaba el futuro Balón de Oro, y este magnífico trabajo deportivo sí es lo que ha salvado al club, no los 330 millones de euros gastados en los 26 fichajes, la mayoría de los cuales, no han triunfado, como el de Vitor Roque o las palancas fallidas que hipotecaran al club para los próximos 30 años. Laporta ha sabido plantar cara a los ataques de desestabilización venidos de Madrid, aunque también los podría haber evitado si gestionara el club con más profesionalidad, planificación y previsión. Esperemos que estos éxitos deportivos le sirvan para corregir la categoría institucional que le ha faltado para unir al barcelonismo en lugar de dividirlo y cese el recorte de derechos a los socios, el maltrato a los abonados, la depuración a la Grada d'Animació y el desprecio a las peñas.

El gran momento del barcelonsimo merece la generosidad de todos.