Hay momentos en los que a uno, que lleva en esto del periodismo deportivo 50 años, lo entusiasman, y es invadido por la felicidad por todos los poros. En mi tierra, y la de Shakira, donde me encuentro estos días de abril, no ofrecían la final de Copa en muchos de los bares habituales donde siempre dan los partidos de la Liga.

Las plataformas digitales cortaron las señales piratas. Así que había que moverse. Primer tiempo en un sitio donde la cerveza era muy buena, pero la señal se cortaba cada 10 minutos. Decidí irme a uno donde después del partido ofrecían un concierto rockero.

El tráfico me impidió ver el resto del partido, pero alcancé a pedir una cerveza artesanal, que es lo que caracteriza al BBC, un bar que se ha hecho un hueco importante en la capital del Atlántico.

Eran casi las cinco de la tarde en la calurosa Barranquilla. Dentro había un público vestido de azulgrana. La mayoría jóvenes y algún madridista. Pedir la birra y sentir la explosión de júbilo, los saltos, los abrazos y los gritos de “la tienen adentro” que se la oí por primera vez a mi primo Javi Ucrós en Miami.

Koundé había marcado el ¡3-2! Y entonces comenzó a sonar una cumbia que parece mencionar la palabra “Koundé, Koundé”. Piel erizada. Es mi Barranquilla loca por el Barça, feliz por volver a derrotar a los blancos. Y es verdad, no puede el Madrid con este Barça.

Debe envidiar la cantera azulgrana, debe odiar el juego atractivo y efectivo del equipo de Flick, debe imaginar que el Barça, con menos dinero, ha logrado recuperar el orgullo y especialmente el prestigio mundial.